− Y qué hijo, ¿cómo va lo de encontrar trabajo?

− Pues en ello estamos, todavía no ha salido nada.

− ¿Pero estás echando currículums, no?

− Sí, mamá.

− Es que lo que tienes que hacer es ir a echar el currículum en mano, que tanto Internet no sirve de nada.

− Vale, papá.

− Qué bobada, lo que tiene que hacer es enviarlo a su web, que ahora todo está informatizado.

− Ya los envío por correo, en mano, en fax y con señales de humo.

− Madre mía, dos masters y una carrera y mira para lo que te han servido.

− Lo sé, abuela.

− Es que tenías que haber estudiado otra cosa con más salidas.

− Pero a mí lo que me gustaba era esto.

− Pues prepárate unas oposiciones, así te entretienes.

− Eso, coser y cantar.

− O podrías empezar otra carrera, que seguro que algo te convalidan.

− ¿Y quién me la paga si estoy más pelado que una gamba?

− Pues mira, yo tengo un amigo que estudió lo tuyo y se colocó nada más acabar la carrera.

− Qué alegría que te hayan invitado a la cena de Navidad, cuñado.

− ¿Y si te vas a otro país a probar suerte?

− ¿Y si os vais todos a la mierda?

¿Te suena esta conversación? Pues estás de suerte, no eres al único al que le pasa y mal de mucho consuelo de… parados. El paro es un coñazo, te preparas durante años con emoción y esfuerzo para salir al entorno laboral y encontrarte con frases como ≪queremos gente con experiencia≫ o ≪no eres lo que estamos buscando actualmente≫. No importa que en los requisitos de la oferta ponga que buscan alguien con entusiasmo, compromiso y ganas de aprender, esa persona no eres tú. Pasan los meses y aumentan tus ganas de trabajar junto con la ansiedad, la frustración y la desesperación. Empiezas a echar currículums a cosas que no son de lo tuyo por si suena la flauta, pero nadie te llama. Tu familia no lo termina de entender, se supone que todo el dinero invertido en tu educación debería dar sus frutos, pero nadie te llama. Tus amigos empiezan a encontrar trabajo, pero nadie te llama. Empiezas a sentir que no vales para nada, que el problema lo tienes tú, y se va creando una bola que crece y crece y crece. Llega la Navidad como un oasis que te puede permitir despejar la mente de la pesadilla que es el desempleo pero las conversaciones como la de arriba se vuelven habituales.

Es muy difícil entender una situación de desempleo si no estás inmerso en ella, e incluso estando en paro puedes no entender a una persona que se siente así ya que cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre y no reaccionamos igual. Nadie es peor que nadie, solo diferente, pero todos necesitamos cierto tacto a la hora de recordarnos que estamos en modo ni–ni, ni podemos estudiar, ni nos dejan trabajar.

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Esta guía práctica sobre cómo ayudar a alguien en paro puede ayudarte en más de una situación familiar tensa, y como la vajilla navideña es cara mejor esperamos a tirarnos los platos cuando salga el tema de la soltería o del peso.

  • No cuestiones la carrera que eligió. Pasarte cuatro años (o más) esforzándote en algo para no encontrar trabajo de lo tuyo ya es bastante duro, no le metas más caña recordándole las carreras con más salidas ya que suena como un reproche y puede hundirle más.
  • No le hables del amigo de tu amigo que estudió lo mismo que él y encontró trabajo nada más acabar la carrera. Como ya hemos visto la autoestima se ve bastante dañada y puede llegar a pensar que no vale para nada. En cambio, si estás seguro de que le puede ayudar, puedes darle el teléfono del amigo de tu amigo para que le cuente como consiguió el empleo.
  • No cuestiones su búsqueda de empleo. Él ya está echando currículums en mano, por Internet, haciendo llamadas e informándose constantemente sobre cómo conseguir un trabajo. Internet está repleto de páginas con consejos sobre el currículum (qué poner, cómo estructurarlo, dónde enviarlo) que ya se ha leído. Si lo que vas a decir no es mejor que el silencio (o vas a sonar condescendiente) mejor calla.
  • No le des falsas esperanzas. Aunque a ti te suene bien eso de ≪seguro que encuentras algo de lo tuyo pronto≫, a la otra persona puede frustrarle al ver que ese pronto no llega nunca. Sabe que lo haces con la mejor intención y lo valora pero el sentimiento de frustración se alimenta con esperanzas que no se cumplen.
  • Hazle saber que no es su culpa (a no ser que se pase 12 horas en la cama y otras 12 de cañas). El desempleo daña la autoestima, así que recordarle todo lo que se esfuerza y lo mucho que vale puede ser muy útil. Por favor, omite reproches como ≪y mira para lo que te está sirviendo≫.
  • Deja el tema del paro a un lado. Estar pensando en trabajo (o no trabajo en este caso) durante todo el día supone un gasto enérgico enorme, dale un respiro y cambia de tema. Podéis llevar a cabo actividades que le permitan distraerse como algún juego de mesa en familia.
  • Evita la soledad. La soledad es necesaria y a veces muy gratificante pero no cuando te la impone tu situación. Un parado pasa mucho tiempo solo, así que aprovecha estos momentos de fiestas navideñas para darle el cariño y la compañía que a veces escasean.

Si estás buscando trabajo solo puedo recordarte que no te preocupes por los fracasos sino por las posibilidades que pierdes cuando no lo intentas.

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