Gordibuena. Gorda. Sí, llamemos las cosas por su nombre.
Es duro mirar atrás y recordar, pero a veces las historias ayudan a que todo cobre sentido y a que las nuevas experiencias sean diferentes.

Cuando eres una chica gordita (qué bien quedan esos diminutivos…pero todas sabemos que son mentira) tienes alrededor un montón de salvajes que te lo recuerdan constantemente. OJO, me refiero a la época del instituto. Esa época en la que te sientes como un ratoncillo perdido en la selva.
Y comienzas a ver, ver cómo tus compañeras son majas y simpáticas, pero no por su forma de ser (años después ves que en parte sí), sino que su físico las ayuda, ese físico despampanante, que las hace ser esbeltas. Y piensas, «¿por qué yo no?».

Y empiezas

Entras en una espiral que no tiene fin, un dejar de comer, un devolver cada parte de tu cuerpo, de tu ser, un olvidar quién eres, todo por acercarte a un ideal inexistente. Pero todo por una meta, por ser aceptada, por integrarte, por sentirte amada, respetada.
Pero se te olvida lo más importante. Dejas de amarte tú, de respetarte tú. Y eso duele.

Comienzas a tener a ana (anorexia) o a mía (bulimia) como tus únicas amigas y las quieres hasta la muerte…

 

Y pasan los años, la gente, y tu sigues en ese camino de espinas, hasta que consigues ver un poco la luz, gracias a amigos, ayuda profesional, pero vuelves. Vuelves a la vida, a una realidad en la que te das cuenta de que un cuerpo es solo un contenedor, que nuestra alma es lo importante. Que da igual pesar 50 o 100, son solo números. Porque un metro no puede medir tu valor. Que lo más importante es disfrutar de las pequeñas cosas que tenemos a nuestro alcance, de cada momento.

Sé que es duro, se que duele. Pero nadie está sola. No estáis solas.
Da igual el momento. GRITA. PIDE AYUDA. SAL DE AHÍ.
Sé que crees que es tu amiga, que te escucha, que te quiere. Pero miente. Solo quiere hundirte y apresarte para ella. Así que, en esos pequeños momentos en los que tengas un poco de fuerza -porque la tienes, recuérdalo- acércate a alguien y solo empieza.

Eres grande, perfecta en todo tu ser, no dejes que ella te lo quite. Eres más que eso. Eres más fuerte que ella.

¿Lo bueno de todo esto? Las experiencias no nos definen. Solo nos ayudan a crecer, a mejorar como personas. Así que tómate (yo me lo tomo) como un punto y a parte, un impulso para seguir y para ver toda esa fortaleza que hay dentro de ti.

Puedes. Solo respira. No la escuches. Y empieza a amarte… ya te toca cielo.