Tengo prohibido quererme, amarme, respetarme, hasta que la muerte me separe de mi cuerpo.

Tengo prohibido comer hamburguesas, pero también comer ensalada si no es porque no estoy a dieta. O comer mucha cantidad de fruta, porque claro, eso tiene azúcar y al final una dieta significa comer pocas cantidades, y si comes fruta también estás a dieta.

Tengo prohibido beber alcohol, porque, adivina qué, también tiene azúcar y ya sabes: los dulces ni olerlos, y menos si es después de las 6 de la tarde, pues los carbohidratos se transforman en grasa mientras duermes. Como el pan, nada de bocadillos. Ni de chocolate. ¿Las salsas? Olvídate.

Tengo prohibido ponerme ropa corta, pero también ponerme leggins, aunque sean largos. Tampoco ropa que no disimule mi barriga prominente, o que marque cualquiera de mis curvas. No me puedo poner croptops, ni faldas, no vaya a ser que se me vean las rodillas, y le saque a alguien un ojo con ellas.

También tengo prohibido ir a la playa en bikini, pero tampoco el bañador, porque este último sólo queda bien si eres Elsa Pataky y haces campaña para Women’s secret, que es que es muy ajustado. En resumen, sólo puedo ir a la playa cual abuela en épocas franquistas, en vestido largo y con una pamela muy grande para que me haga sombra a todo este cuerpo que hay que esconder, porque es dañino para la sociedad.

Tengo prohibido ir a clases de Zumba si no es porque quiera adelgazar, al gimnasio, más de lo mismo, no puedo hacer pesas porque la grasa se convierte en músculo (verídico que esto también me lo han dicho) y no quiero pretender que lo único que haga sea endurecerse este flotador. También tengo prohibido comprar monos bonitos para ir, porque ¿había talla como para mí?

 

Tengo prohibido divertirme, porque soy una gorda extravagante, pero también aburrirme, porque soy una gorda vaga, y por eso estoy así.

Tengo prohibido ser feliz, porque si la gente en general no está a gusto con su cuerpo ¿cómo puedo vivir sin complejos para cómo estoy?

Tengo prohibido ser guapa, ese derecho se limita solo a mi rostro.

Tengo prohibido tener un novio guapo y alto, ¿cómo me va a follar? ¿acaso encontrará mi agujero? ¿cómo puede ser que un tío como ese esté con una gorda como esa?

Tengo prohibido comprar ropa bonita, parece ser que mi talla sólo se limita a cuando las mujeres estamos decrépitas y sin sentido estético ni amor propio, porque claro, las mujeres a cierta edad, como ya no sirven para nada, también pierden el sentido estético, ¿no es así?

Tengo prohibidas tantas cosas que se me hace bola la vida. Así que he decidido pasar de las normas y voy a ser feliz, a hacer lo que me dé la gana sin que nadie decida por mí y mucho menos que lo que haga lo condicione mi cuerpo de morsirena que con tanto esfuerzo me he cosechado.

 

Yumara Arias del Toro