Pegados el uno al otro. Unidos por besos, por palabras, por acciones y por pensamientos. Así estábamos. Vivíamos tan pegados que casi tu tripa y la mía se unían, nos rebotaban a la vez sin saber a cuál de los dos nos sonaba.

Casi había dejado hueco para que te extendieras por todo mi ser. Como si mis órganos se echasen a un lado para que tú avanzases en mí. Dormíamos unidos, como siameses. Y casi con un paso, venía otro tuyo. Y con uno tuyo, yo avanzaba.

No, no hay una sola forma de amar. No hay cálculos ni ciencia. Por eso lo hice sin medida, hasta casi dejar de quererme para que todo mi cariño fuese para ti. Y ése fue el gran error. Porque no hay una sola forma de amar, pero sí se puede querer mal.

Y así, cuando dejamos de ser siameses, cuando tu tripa y la mía se separaron, comprendí que yo no sabía avanzar. Que el hueco que habías dejado era demasiado grande, que había dejado demasiado espacio para ti y que yo me había ido empequeñeciendo, que había dejado de quererme sin haberme dado cuenta.

Me costaba respirar porque ya no encontraba tu olor a nicotina y verano, ni tus suspiros de café, música y vinilo. Al caminar me había acostumbrado a tu ritmo y ahora andaba coja. Me costaba dormir sin tenerte al lado, pegando mi cabeza a la tuya, pegándote mis viejos sueños y mis nuevos miedos.

Te había contado todo de mí hasta vaciarme por completo. Tanto, que en ese entonces sentía que mi yo había desaparecido.

Porque lo di todo hasta quedarme en nada.

Y ese fue el error. No te convertí en mi compañero, ni en mi apoyo; te hice mi todo. Me olvidé de mí. Cambié mi yo pronombre para sólo pensar en un nosotros.

Qué equivocada estaba. Porque cuando me vi sin aire, sin saber andar en el camino y con la tripa fría sin tu calor, lo único que sentía era que me faltabas. Me había hecho vulnerable, no sabía nombrarme en singular.

Así que tuve que recomponerme. Rellenarme los huecos para que la ausencia no hiciese eco. Y después de mucho tiempo, de mucho llanto y lamento, lo conseguí. Pero no con amantes, ni con amores falsos. No quise pegar una tripa a la mía ni compartir mis sueños con cualquiera. No. Volví a encontrarme, a hacerme grande. A hablar de mí en singular (pero en mayúsculas).

Porque he andado y desandado. Y he comprendido que querer de verdad no es querer perdiéndome. Es caminar juntos, pero sin descuidarme en mi propio camino. Es compartir sueños, sin vaciarme de ellos. Es darte, sin olvidarme de mí. Es querer, sin dejar de amarme a mí misma. Es ser dos, sin dejar de ser yo.