Te levantas y tienes el día de hez que todos tenemos de vez en cuando. Te ha sonado el despertador, pero lo oyes tarde porque la noche anterior cualquier comedura de cabeza, serie o canción te atrapó. Te preparas deprisa, vas a trabajar, pero hay atasco y llegas tarde por razones varias. Todas obvias. Trabajas, con sus más y sus menos. Hoy con sus muchos menos. Pero no pasa nada, piensas. Te llama tu jefe, te dice que lo que hiciste la semana pasada no ha servido de nada y que lo que estás haciendo hoy era para ayer.

Hora de la comida: verdura, pescado rico, sano y te sentará bien. Hoy tomarías una hamburguesa. Hace mucho que no comes una, pero aún te ves fuerte como para caer en la tentación. Bien. Decides salir a pasear y justo cuando vas a mitad de camino, diluvia. No, la probabilidad no aparecía en la AEMET. Pero no pasa nada, sonríes. Te tuerces un tobillo, te cae un rayo encima, te encuentras de frente con tu ex, con su novia del momento, el agua caliente de la ducha no funciona, se te cae pasta de dientes en la camiseta negra que llevas, la otra está en la lavadora ya, el pelo hoy no te hace caso y no te encuentras por ningún lado. Pero no pasa nada, respiras. Hondo, muy hondo; y crees que una visita a tu tía que hace un mes que no ves te sentará bien porque ella siempre sabe cómo sacarte una sonrisa.

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Error. He vuelto de su casa llorando porque, cuando pienso que tengo todo bajo control, siempre hay un gilipollas alguien que te jode más el día. Mi tía lleva una temporada pasándolo mal, cosa que yo desconocía. Me ha contado sus problemas y hemos estado intentando solucionar el mundo. He procurado escucharle con atención, sonreír cuando tocaba y decirle, cuando me pedía ella, qué haría yo en su situación. Me ha dicho que estaba horriblemente fea porque no había dormido. Le he dicho que no estaba cual modelo recién sacada a la pasarela, pero que no fuera exagerada porque no estaba mal.

Señoras y señores, he pasado con ella una tarde bastante buena; pero cuando justo me estaba despidiendo me ha dicho:

Tía: Y tú, Red, ¿has engordado o has adelgazado? Porque has engordado…

Bien, pues no he podido evitarlo y, si al principio sólo le he dicho que era cosa mía si adelgazaba o engordaba, he saltado cuando me ha dicho que ella me lo dice por salud (¿acaso me lo podía decir por otro motivo?). Y vuelta la burra al trigo, amigos. No puedo más. No sé cómo hacer entender que se puede ser sana aun sobrándote kilos de más. No sé cómo no contestar sin parecer que estoy por encima del bien y del mal porque cuando contesto sin enfadarme “parece que tengas el gatillo levantado para contestar y lo sepas todo sobre la vida”; pero cuando contestas sublevada, “no te enfades porque te lo decimos (en plural, aunque solo se manifieste una persona) por tu bien”.

Y esta vez tampoco he dicho nada fuera de lo razonable, creo yo. Y corregidme si me equivoco, por favor. Mis palabras han sido: mis analíticas están bien (ella ha contestado que las analíticas no lo son todo. Ejem. Ella, doctora de la vida), no te he pedido consejo ni opinión.

Y ella erre que erre, que estaría mejor más delgada y esas opiniones superfluas. Y es que mi tía querida (y lo digo sin ironía) no es una persona delgada. Se ha empezado a cuidar hace no mucho, aunque sigue sin privarse de los placeres de la vida. Y aunque ya no coma tan mal como lo ha hecho antes, ahora se cree en el derecho de hablar a todos los gordos (a mí en especial) de los beneficios del chocolate negro, el pan de centeno y el té verde. Pero ella al café le sigue poniendo azúcar, oiga. Que no seré yo quien lo cuestione, pero sí que me parece todo un poquito contradictorio.

El caso es que me ha hecho llorar ya en casa porque me ido de la suya bastante decepcionada, ya que hemos podido pasar una tarde estupenda y para mí esos últimos tres minutos de conversación han convertido esas horas en un tiempo de mierda. Así de sencillo. Mi hermana, que estaba presente, me ha dicho que he sido muy dura con ella porque, sabiendo que lo está pasando mal, no tenía que haberle contestado así. ¿Y sabéis qué? Que no siento ni un triste remordimiento porque:

  1. No he contestado duramente. Firme y seria, sí. Dura y cruel, no.
  2. Me he defendido de un ataque. ¿No tengo derecho?
  3. Me ha cuestionado el físico y no mi salud. Y os explico por qué lo creo así: he pasado cuatro horas con ella. Del pasado mes a este que nos hemos vuelto a ver, he engordado. Sí. 300 gramos. Así que imagino que habrá pasado las cuatro horas de conversación mirándome la barriga y preocupada por mi salud, pero ha preferido decírmelo justo antes del beso de despedida.
  4. Que ella lo esté pasando mal no justifica que pueda decir lo que se le pase por la cabeza.
  5. Si ella está mal, ¿qué le hace pensar que los demás no podemos estarlo, por mucho que disimulemos?
  6. ¿Sé yo si tú controlas cada bocado que das, si cuentas o no calorías, si te mueres por comer lo que sabes que no te beneficia y que llevas ya meses esforzándote por luchar contra tus demonios alimenticios, sé yo el ejercicio que haces? No, ¿verdad? No sé nada, así que tú tampoco tienes ni idea de lo que yo me esfuerzo, por lo que no tengo ninguna necesidad de escuchar tus comentarios. ¡Atrevida ignorancia!
  7. Yo le he escuchado y apoyado siempre. Jamás le he hecho un comentario dañino, pero ella suele decir lo que piensa. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
  8. Porque ella lleva mal una temporada, pero yo he tenido un día de mierda y he intentado ser agradable en todo momento. ¿Dónde está el karma de vuelta para mí?
  9. Porque no ha logrado nada bueno con su comentario. Me ha hecho daño, así que lo expreso.
  10. Porque ennegrecer el día de alguien de manera gratuita no debe quedar impune.

No pensaba darle más vueltas al tema, no pensaba escribir esto, pero me he dado cuenta de que apoyo, respeto y entiendo el sufrimiento de un gordo, salgo en su defensa cuando se habla de más sin saber, pero no siempre me defiendo bien a mí misma; así que no callo más. Pese a quien pese, porque lo del “no pasa nada, sonríe” no me vale ya. Y es que sí que pasa. Se llama gordofobia, y está donde menos lo esperas.

Red