Lo he decidido. Lo he pensado, analizado y debatido. He firmado un contrato conmigo misma y la decisión está tomada. No hay vuelta atrás: voy a intentar ser feliz.

“Qué tontería”. “Vaya obviedad”. “Como todos”. Pero no es ninguna tontería. A veces, me había olvidado. No recordaba lo que realmente quiero. Se había camuflado entre la rutina, escondido al final de obligaciones y lamentos. Por eso, me he tenido que recordar a mí misma qué es lo que quiero. Qué es lo que necesito. Y la respuesta ha sido: vivir y reír.

Quiero carcajadas. Quiero pasar el tiempo con quien me apetece. Quiero disfrutar de mis horas dando un paseo, leyendo, hablando… Coger una maleta pequeña y viajar a lugares lejanos o a la calle de al lado. Saborear los platos de siempre o paladear nuevos sabores.

Quiero dejar de sobrevivir para empezar a vivir. Quiero dejar de lamentarme, de estar cansada de no intentar lo que quiero; de estar cansada de llenarme la vida de lo que no quiero hacer.

Porque mi vida se está llenando de capítulos (y los que quedan por escribir) y al recordarlos, al releerlos, me quedo con los ataques de risa, con las personas que me alegraban cada minuto, con los momentos plenos agazapados entre días oscuros.

Porque sí, los días malos, los peores momentos y horas grises están ahí y deben estar. Son parte de nosotros y de nuestra historia, que nos enseñan y cambian. Pero yo quiero llenar mis capítulos de momentos felices, busco releer los ataques de risa, la complicidad con amigos, domingos con amantes y viajes cortos que no debían acabar nunca. Quiero que la historia de mi vida este llena de líneas de lo que me enorgullezco de vivir.

Porque voy por el capítulo treinta y dos. Sí, 32. Qué vértigo, pero es sólo una introducción. Un prólogo. Porque no sé cuántos capítulos me quedan por escribir. No sé cuántas veces me dará tiempo a releer. Cuándo dejaré de escribir capítulos. Cuándo llegaré el epílogo.

Por eso, busco pasar el tiempo al lado de quien me haga reír. Quiero ser rica en buenos momentos y que no se me pasen los días sin haber disfrutado.

Por todo esto, lo he decidido. Lo he pensado, analizado y debatido. He firmado un contrato conmigo misma y la decisión está tomada. No hay vuelta atrás: voy a intentar ser feliz.

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