Yo creo que nos ha pasado a todas. Tenemos esa mejor amiga, esa buena amiga o esa super friend que es lo que la sociedad entiende como “perfecta”. Con su culo, sus tetas, y sus carnes bien puestas, prietas y sin un gramo de grasa. Esa amiga que sin ningún pudor se cambia delante de ti en el gimnasio, o en la piscina, o en la tienda de ropa de turno. La que es consciente de que su cuerpo es agradable de mirar según las revistas de “cómo quedarte en tu peso ideal en 3 semanas”.

El problema viene cuando estás en esa situación. Tu amiga va a cambiarse de ropa delante de ti, porque os vais de chupifiesta y has ido a recogerla. Le falta ponerse su vestido de tubo que a ti no te cabe ni en la pierna y, ni corta ni perezosa, se despelota entera sin ningún pudor, tranquilamente se viste y ya está lista para una noche de marcha. Y ahí te quedas tú, pensando en ese cuerpo que has visto y que obviamente no vas a tener nunca porque tu metabolismo o tu genética así lo ha decidido, y entonces piensas en cómo sería al revés, en qué pensaría ella si la que se despelotara a placer fueras tú, con tus carnes colgantes, tu celulitis, tus tetas ganadas por la gravedad, tus estrías y tu grasa generalizada.

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Porque sí chicas, no nos engañemos, si no nos cambiamos de ropa delante de nuestra amiga o vamos ya con el bikini/bañador a la piscina debajo de la ropa no es porque seamos súper adelantadas a nuestro tiempo y queramos ir más rápido, NO. La única y verdadera razón es porque nos aterroriza pensar que se va a quedar con esa imagen grabada en la retina, esa imagen de ese cuerpo rodeado de kilos y carne sobrante que a ti te lleva atormentando desde que tienes uso de razón.

Pero una vez más erramos el tiro de pleno. Y ¿por qué?, os estaréis preguntando. Muy fácil. Muy probablemente a esa amiga en la que todas habéis pensado mientras leíais esto, a lo mejor le gustaría tener esas tetas para llevar los escotazos que tú te marcas y con los que ella no puede soñar, o ponerse ese pantalón y rellenarlo de culo sin que le haga bolsas, o tener esas uñas de catálogo, o esa mirada felina, o ese pelo que ya quisieran los de “Pantene”. En definitiva, tener mercancía y gracia para lucirla.

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Porque amigas mías, tenemos mercancía, sí, y a lo mejor de sobra para abastecer a la vecina del quinto también, pero eh, es nuestra, es la mejor y hay que lucirla. Si a nosotras nos enorgullece, los demás la adorarán.

Vanesa C.

 

En las fotos: Loey Lane