Soy mujer y no tengo instinto maternal, no quiero hijos, en la mayoría de los casos no me gustan los niños (insertar aquí todo comentario topicazo de que ya se me pasará, y que tengo un trauma, y que con la edad, que si con la persona apropiada, bla bla bla). Es un punto que tengo clarísimo, pero he llegado a la espantosa conclusión de que, con instinto o sin él, he acabado siendo la madre de un porrón de gente.

Diría que soy una persona bastante gilipollas empática. Tristemente cada vez que me pongo a interactuar con alguien, suelo acabar cediendo al impulso de querer ayudar, y sí, eso te convierte en una pringada con matrícula de honor y medalla olímpica.

He notado que este tema, aparte de en amistades pasadas, ha escardado especialmente en mis relaciones sentimentales. O tengo muy mala suerte, o el infantilismo creciente en los hombres se ha convertido en una verdadera pandemia. No sé si esto se extiende también a las mujeres heteros, lesbianas, gays, etc, etc, etc. Ya que me temo que sólo puedo ceñirme a mi experiencia y a mi entorno.

Siempre he sido de la filosofía de no pedir a nadie nada que no esté dispuesta a dar. De hecho, va contra mis principios hasta aceptar una copa de un desconocido que no me parezca previamente “resultón”. Pretender que alguien me de cariño/afecto/tiempo/atención/conversación/amistad/etc. Cuando yo sé perfectamente que no estoy dispuesta a hacer lo mismo por esa persona, me haría sentir fatal conmigo misma, como si estuviese engañando al otro, como si me estuviese aprovechando de sus intenciones o su buena fe.

Tarde o temprano te acabas dando cuenta de que esos reparos pareces tenerlos sólo tú.

Un hombre, como persona que es, tiene al igual que una mujer, todo tipo de necesidades: Necesidades sexuales, de sentirse apreciado, de conversación, de atención, de gestos cariñosos, de soledad, de contención, de amor, y mil más…

Tanto cuando estamos solteros como en pareja, tenemos cosas que molan mucho, y cosas que no molan tanto. Cuando estás soltero tienes mucho más tiempo para tí, conoces gente sin compromiso, varías de parejas sexuales… pero no tienes (salvo alguna excepción) tanto sexo como estando en pareja, y menos dosis de arrumacos y momentos cuquis. No haré apología de una cosa ni de la otra, simplemente son estados diferentes que adoptamos según aquello que es más importante para nosotros en cada momento.

Hasta ahí, es todo fantástico… hasta que empiezas a acabar rodeada de gente que decide que lo quiere todo. Que te lo folles día si y día también, que le tengas cariño, que te preocupes por cómo le ha ido el curro, salir con él, que conozcas a su familia, ponerse en el sofá con la mantita a mirar pelis, que le acaricies el pelo, que entiendas cuando no se le levanta, que estés a su lado cuando está triste, bla bla bla… PERO TAMBIÉN QUIERE DECIRTE QUE LO VUESTRO NO ES NADA SERIO, Y QUE ÉL SE PUEDE FOLLAR A QUIEN QUIERA (PD: Ese mismo que si se te acerca a tí un tío, sólo le falta mearte encima para marcar terreno). Puedes ser, o bien la amante emocional (véase artículo de weloversize), o una estupenda “novia en funciones”, por la cual no tienen que hacer nada: Ni cuidarla, ni comprenderla, ni darle cariño, ni preocuparse por lo que le pase. Tener a alguien para follar (que sepa lo que te gusta, que no te juzga, y que le importas), para cuando todas las demás te digan que no, y apoyo moral, y cariño (y a veces mucho más que cariño) cuando lo necesitas. VAMOS, QUE ES COMO UN CONTRATO DE PRÁCTICAS PERO A LO BESTIA.

Obviamente no faltará la persona con dos dedos de frente que me pregunte cómo me puedo dejar utilizar de esa manera. Ahí viene el quid de la cuestión: esa persona nunca te dice que no le importas, que no le gustas, que no quiere nada contigo. Cuando lo conoces, suele ir detrás de tí y prestarte toda su atención, decirte que quiere conocerte, y la situación se desarrolla del mismo modo que al empezar a ser pareja; hasta que, cuando estás cómoda, contenta y calentita en una tarde lluviosa, te cae el BOMBAZO. Bien porque te haya dado por hacer un comentario “parejil”, o bien porque en medio de tanta cosa guay, te acaba de presentar como su amiga, o te dice que eres la mejor follamiga que ha tenido. Y tú te quedas en plan… “-Ahh, OK, follamiga”.

Tras el “bombazo”, el resultado en estos casos depende de la actitud que decidas tomar, según mi experiencia puedo citar:

-Dices que tú quieres algo más

Respuesta: Me estás agobiando

-Cambias el chip y te ciñes al sexo, dejando de lado la parte emocional para no engancharte.

Respuesta: “¿Qué pasa, que solo me quieres para follar?” (subtexto: “Y eres lo puto peor, mala pécora que abusa de mí”)

-Conoces a alguien más

Respuesta: De pronto tiene un montón de tiempo libre, que decide usar para acapararte, el tiempo justo para que pienses que le importas y la otra persona se retire.

-Le comunicas que no piensas seguir siendo su polvo

Respuesta: Que quiere tomarse las cosas con calma contigo, porque le han hecho mucho daño, y que es mejor ir poco a poco y ver lo que va surgiendo (Lo cual no implica decirte que quiere algo contigo, sino tenerte a la expectación de que puede haberlo si “tienes paciencia y te comes toda la verdura”)

Conclusión: Infantilismo al 100%. Quieres todo, y quieres que la persona (o personas) que te lo aportan, sean felpudos a tus pies.

¿Cuál es el nombre científico de esa actitud?: CAPULLO.

Pero hay algo aún peor, que es el concepto social cada vez más extendido al día de hoy, de que ser tratad@ de esa manera, TE TIENE QUE PARECER BIEN, sin que el ente que te dispensa tal trato no sea tenido por un mal tío, sino que eres tú, que estás loc@/obsesionad@. Pues la madurez que requiere saber elegir entre las distintas opciones que hay, parece ser un bien escaso, a la vez que cosificamos cada vez más a las personas que forman parte de nuestra vida; como si estuviéramos en un buffet, y eligiéramos a alguien para cada momento, como quien tiene ganas de comer un día chocolate y al siguiente una hamburguesa, sin ningún tipo de responsabilidad; cuando deberíamos ser capaces de asumir que estando solteros, a veces estaremos “solos” (entiéndase como “soledad romántica”); y que a veces estando en pareja, echaremos de menos algunas cosas de la soltería.

Simple coste de oportunidad ;)

Por eso, tenemos que tener presente que lo que nosotros esperamos, es igual de importante que lo que quieren las otras personas, y que por muy gilipollas cándidas que seamos, también tenemos que trabajar y levantar la cabeza para darnos a nosotras mismas lo que queremos, y que eso no está mal. Que no tenemos que esperar la vida y milagros, no tenemos que vivir a la expectación de nadie, que nos tiene en la reserva mientras se decide y acaba de comparar con el resto de sus opciones.

No somos “una opción”, y señor@s… la aquí presente se ha hecho un propósito de año nuevo (ya, en septiembre, pero yo decido cuándo me hago mis propósitos :P), y es DECIR NO AL BANQUILLO.

Autor: Flor Igielski