“No quiero que me vea en ropa interior con estos michelines” “Seguro que cuando me desnude se dará cuenta de mi celulitis” “Mejor apagar la luz, así no verá cómo botan mis pechos”. No me estoy inventando estas frases, las escucho mucho más habitualmente de lo que desearía y, por eso, si te has identificado alguna vez con ellas, este post es para ti.

Cantidad de mujeres (y de hombres, pero ahora quien me importa eres tú) se sienten inseguras a la hora de mantener encuentros íntimos por el mero hecho de no tener un cuerpo perfecto. Solo hay un problema, que el cuerpo perfecto no existe.

Cantidad de mujeres prestan más atención a sus supuestas imperfecciones que al placer que puedan dar o recibir. Solo hay un problema, que para disfrutar es necesario centrarse precisamente en disfrutar y en nada más.

¿Por qué creemos que teniendo un cuerpo perfecto nos sentiremos más seguras y, a la larga, disfrutaremos más? Puede que no lo digamos con estas palabras abiertamente pero, sin duda, nuestro inconsciente alberga esta opinión.

No es de extrañar, la sexualidad en los medios de comunicación siempre es de los mismos: de los guapos, atractivos, jóvenes, heterosexuales y, por supuesto, sin ninguna minusvalía o variable llamativa.

Las probabilidades de que ni tu ni yo seamos tan bonitas y perfectas como lo es cualquier actriz son elevadísimas. Yo no tengo una maquilladora, una peluquera, un retocador de imagen digital y alguien que module la luz todo el tiempo mientras camino por la calle… ¿Tú sí?

Lo que vemos en las películas, en las revistas y en la publicidad no es real, por lo tanto no podemos alcanzarlo. La sexualidad que se refleja en estos medios tampoco es real, te lo aseguro, tu chico se enfadaría mucho si le rompes las cosas que tiene encima de su mesa al tirarlas todas al suelo en arrebato de pasión, tú te enfadas si el rompe con sus dientes el tanga nuevo que te has comprado (tanto pensar en qué ponerme para que luego lo único que quiera sea arrancármelo ¿verdad?)

Cada día veo en mi consulta a muchas mujeres de todo tipo, rellenitas y delgadas, altas y bajas, jóvenes y mayores, más guapas y más feas….y me he dado cuenta de que el hecho de ser más o menos seguras consigo mismas y con sus cuerpos no tiene nada que ver con esto.

También me he dado cuenta que su físico no guarda relación con su éxito en el amor y, mucho menos, con su capacidad de gozo entre las sábanas. Sin embargo, si resulta llamativo como aquellas chicas más acomplejadas disfrutan mucho menos de sus relaciones sexuales, y las más seguras disfrutan más.

Recuerdo en caso de una paciente rubia de ojos azules, 1,80cm y tipazo (si, existe alguna que otra chica así, os lo juro) con la que estuve trabajando sus problemas de autoestima y su inseguridad en pareja. Me dejaba totalmente alucinada, pero así es la realidad. Ser un “pivón” no te asegura nada.

Quererse es una actitud, no algo cuantificable ni mucho menos medible en una talla. Quererse significa cuidarse y disfrutarse, ya sea a solas o en compañía. Por eso, mi consejo es que te dejes llevar más, que cuando tengas un encuentro erótico lo disfrutes al máximo y de algo estoy segura: sabrás entretenerle lo suficiente y hacerle disfrutar como para que no se fije en si estás o no depilada, en si las bragas son o no de marca y mucho menos, en si ese michelín ha crecido o no.

Espero haberte convencido con estas palabras pero, por si aún te queda alguna duda, te dejo mi vídeo “Autoestima, belleza y relaciones sexuales ¿relacionados?”

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Autor: Nayara Malnero (@sexperimentando)

Psicóloga y sexóloga