Encontrar pareja cuando tienes cuarentaylargos no es tarea fácil, te lo digo yo. Una de las pocas formas que yo tengo de conocer gente es en webs de contactos. He estado en varias y al final te da igual registrarte en las del barrizal, que en las de solteros exigentes. Da lo mismo.

Primero hace falta que un hombre esté en el mercado de segunda mano, esto es, sin pareja; lo que reduce drásticamente el target. Bueno, también los hay en el mercado de segunda mano con pareja, pero esos no molan nada de nada, así que los tiramos.

Segundo, como yo pongo bien de fotos de cuerpo entero para que nadie se lleve a engaño, están los que jamás saldrían con una mujer gorda. Y esto, tristemente, no siempre es porque no les gustemos, sino porque se visualizan contigo por la calle e imaginan las miradas de “Loooooser!” de sus amigos, porque, claro, el que lleva a una mujer con sobrepeso de la mano, es porque no se ha podido ligar a una delgada. Claro, claro…

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Tercero, vamos con la criba de los que no quieren nada estable. Urticaria sentimental, le llamo yo. Pues mira, hombres para hacernos el mantenimiento sobran, así que como de eso ya estamos servidas (sí, las gordas también), paso palabra.

Y, en el improbable caso de que hayan llegado hasta aquí, queda la prueba final para los contadísimos que lo consiguen. Atreverse con una mujer con personalidad definida, seguridad y las ideas claras. Y os prometo que los puntos anteriores puedo entenderlos, pero este es el que siempre se me ha resistido.

Nunca he entendido el triunfo de la mujercilla enclenque frente a la mujer de paso firme. Evidentemente, soy incapaz de procesarlo desde el entendimiento de que una pareja no está para salvar a nadie. Porque si esperas que llegue un churri a hacerte feliz, fina vas. Las que huimos de los dependientes emocionales difícilmente entenderemos cómo a otras personas les seduce que las necesiten. Yo quiero un igual, ni un hijo, ni un padre.

Fui capaz de entender esta postura desde el rol de macho alfa que protege a la princesilla floja pudiendo desplegar todas sus dotes de hiper protección y que dicen con voz de malote de película “Nena, he venido a salvarte, conmigo estarás segura” Y, mientras unas se derriten como el Häagen-Dazs, otras arqueamos la ceja y decimos “¿Cómo? Anda anda, quita de ahí, que yo ya me rescaté a mí misma hace mucho tiempo”. Y claro, toda la vida ensayando la escena, llegas tú y los hundes en la miseria más profunda. Ya entiendo que gracia no les hace.

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Pero no fue hasta la semana pasada que pude darle otra vuelta de tuerca a este asunto, después de que un aspirante me dijese “Una personalidad como la tuya acojona. Y eso que tú la combinas con dulzura, pero en un tío tiene que ser la hostia”. Después de eso recibí un wasap muy correcto diciendo que teníamos caracteres completamente incompatibles y que mejor dejarlo aquí porque no iba a funcionar. Curioso cuando en las cuatro citas que tuvimos se nos pasó el tiempo volando, hablando de las mil cosas que teníamos en común y de lo parecido que pensábamos. Curioso, sí… Y lo cierto es que no es la primera vez que me pasa.

¿Por qué no se atreven con alguien así?

Pues quizá porque a una mujer más conformista, que aún espera su media naranja, la enamoran más fácil y en menos tiempo. Y no sólo eso, sino que la tienen ya a su vera pa’ los restos. Pero las que tenemos vida propia y no dependemos ni necesitamos a nadie, nos tienen que ofrecer algo muy bueno para seducirnos y, más aún, lo deben mantener en el tiempo. Nos sabemos todos los cuentos, desde los de los hermanos Grimm hasta los de Disney, así que hechos y no promesas. A una mujer segura, o la enamoras cada día, o dala por perdida.

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Vivimos en una sociedad cortoplacista donde todo lo queremos ya. Y el amor también. Y queremos seguridad: una casa en propiedad, un puesto como funcionario… donde podamos relajarnos y saber que nadie nos va a sacar de nuestra zona de confort. Supongo que la idea de esforzarse cada día en aportar algo en la vida de tu pareja resulta agotador. Pero así debe ser la pareja porque, si no aportas, al igual que recibes, ¿para qué te quiero aquí?

Dicen que no existen parejas felices, sino personas felices que deciden juntarse.

Autor: Yolanda Cambra

En las fotos: Fluvia Lacerda