Las malas acciones son como el efecto dominó. Un paso en falso puede provocar mil pequeñas reacciones que te atormentan incluso meses después. Nos hemos hecho expertos en acompañar amablemente – y otras con un ¡a tomar por culo!- a aquellas personas que los manuales de ayuda denominan tóxicas – como esa «zorriamiga» que no te abofeteó cuando le dijiste que estabas pensando en volver a los pantalones de campana o aquél compañero de trabajo que se dedicaba en cuerpo y alma a hacerte quedar mal delante del jefe.

Pero… ¿qué pasa cuando el problema eres tú? ¿Qué pasa cuando tú te conviertes en la persona tóxica number one de tu vida?

Pues tienes un problema, así que siéntate , respira hondo y llora. Llora porque has hecho cosas malas, porque has herido a personas a las que les importas y que te importan y llora porque las malas acciones sólo traen situaciones negativas a tu vida. Y a nadie le gusta no poder dormir por la noche porque  tienes una bola de ansiedad – eso o que el pijama que te compraste por cabezota en las rebajas dos tallas menos te está cortando la circulación.

 

Y sobre todo recapacita. Pide perdón. Porque equivocarse – ojo, equivocarse, no reincidir, que nos conocemos- es de humanos. Porque nadie viene a esta vida siendo perfecto – bueno quizás sí, Taylor Swift, pero a ella no le duran los novios – y no hay nada más liberador que simplemente dejarlo ir.

Porque no debes dejar que el orgullo o las mentiras te definan, te conviertan en alguien en quien no eres. Analiza qué has hecho mal – ya sea engañar a tu pareja, mentirle a tus padres sobre tus notas o tirarte al novio de tu mejor amiga – y discúlpate. Puede que ellos no te perdonen y te manden a la mierda, pero al menos tendrás la conciencia tranquila. Y sobre todo discúlpate contigo misma, pídete perdón por haber dejado que perdieras el rumbo. No tienes que ser perfecta, nadie te lo ha pedido. Mírate en el espejo y acepta que esa que te devuelve el reflejo eres tú, con tus errores, con tus cambios de humor, con tus ganas de comerte el mundo y con tus bajones cuando no te entran tus vaqueros favoritos. Líbrate de la carga de tener que construir una imagen idílica entorno a los demás, porque más allá de las instagramers y sus intentos por fingir que toda su vida es una revista de Vogue, nadie va exigir de ti que seas perfecta – y si lo hacen, ya saben dónde está la salida.

Las personas que de verdad te quieren no te van a abandonar porque te resquebrajes un poco de vez en cuando. Estarán a tu lado mientras te ayudan a reconstruirte, porque el amor, es el mejor pegamento.