Gorda, gorda y gorda, y por mil veces que me lo repita y aunque estoy convencidísima de que no lleva connotaciones negativas, la gente se empeña en sustituirla con palabras como: “es rellenita”, “es gordita”, “es grande”,  “es de hueso ancho”, “es su genética”…

¡WTF!  ¿Pero en qué momento esa palabrería barata empezó a usarse por favor?

Joder, di gorda, que no pasa nada. ¡Que no se acaba el mundo señores! Que echáis humo por el cerebro intentando buscar una palabra sustituta, ¡Que no estáis nombrando al anticristo! Madre mía…

Está claro que, aunque quede mucho camino por recorrer, los movimientos “body-positive”, las chicas “curvy”, los chicos “fofisanos”, han pisado muy fuerte los últimos años, y es más, me atrevería a decir que están de moda. (Un hurra por mis mollas ¡HIP! ¡HIP! ¡HURRA!)

Y sí; desde que se empieza a entender que, estar gorda no es sinónimo de dejadez, ni de no haber hecho ejercicio ni ninguna de esas chorradas; la sociedad parece que se atreve a decir en voz alta lo que nos decían en voz baja, como por ejemplo alabar lo buenorras que están Ashley Graham, Tess Holiday, Iskra Lawrence, etc. , y que las gordas tenemos a parte de una cara bonita, un cuerpo de escándalo.

Es aquí cuando yo me pregunto, ¿Cuál es el chip que conectó la palabra “gorda” con un insulto?; ¿Cuándo fue?, ¿Cuándo dejamos de usar “gorda” como descriptivo para usarlo como despectivo? ¿Por qué gorda tiene connotaciones negativas?

Disculpadme, pero no tengo respuesta para ninguna de las preguntas, ¡Y os aseguro que me encantaría! Sobre todo para romper ese lazo que ha hecho tanta brecha y que ha generado el gran monstruo de la “Gordofobia”.

Vale que con el paso de los años tu cerebro se hace autoinmune, y poco a poco te importa cada vez menos, pero al final te das cuenta que las palabras pesan más que tu propio peso; y acaba doliendo. Y es que incluso nosotros mismos nos ponemos barreras a usar la palabra gordo o gorda, por temor a abrir ciertas heridas en la otra persona, que seguramente tú mismo sabes cómo y cuánto escuecen porque las has vivido en carne propia.

Por eso, tenemos dejar de ofendernos con ciertos términos y empezar a llamarnos con nombre propio, como se le llama rubia a una mujer rubia, moreno a un hombre moreno; yo me llamo Gorda y mis apellidos son: Estoy Másbuenaqueelpan.

Olaya Sánchez