Recuerdo que hace unos 20 años , conseguir una prenda de ropa más allá de las medidas consideradas “normales” era una auténtica odisea. Con mi edad, mi madre tenía que vestir con faldas rectas de colores oscuros y tejidos gruesos y recios. Uy “señora”, la talla 60? Que va , eso en una modista mejor.

Ni mucho menos aquella talla 60 equivalía a una 60 de ahora, podría ser tranquilamente una 48. ¡Y no había nada decente de la talla 48!

De esta manera, las mujeres jóvenes y por supuesto, chicas adolescentes, vestíamos como abuelas. Con auténticas aberraciones de estilo. Prendas súper anchas y rectas, sin detalles bonitos, sin forma aparente; tejidos bastos y nada favorecedores.

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La primera vez que quise un vaquero tuve que comprarme uno de chico porque no encontré de mujer en mi talla. (A ver… si hay para hombre por qué coño no hay para mujer???).

Así , las mujeres de la generación de mi madre, y de la mía, nos habituamos a cubrir nuestras redondeces con prendas “mesacamilla”, sí sí, estoy segura de que todas las conocéis. Nada de que se te marque la barriga, aunque es evidente que la tienes. Ni que se te vean los brazos, por favor, que con esos brazos tan gordos ni se te ocurra ponerte camisetas de tirantes. Y las piernas??? Nada por encima de la rodilla, ¡ni en broma!. No vaya a ser que mostrar nuestros kilos de más , aunque fueran más que visibles, ofendiera a los dioses del Olimpo y descendieran sobre los mortales con sus rayos castigadores.

Han pasado los años y a pesar de que la locura de los tallajes nos sigue amargando más de una vez y de dos, observo a mi alrededor y me da por pensar que, quizás sí, quizás algó está cambiando.

Pero ya no tanto en cuanto a ropa, porque es cierto que a veces encontrar el modelito que lleva tu amiga en versión curvy es prácticamente imposible. Hablo de actitud. De carácter, de empoderamiento curvilíneo.

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Pasa por delante de mí una chica rubia, alta y con unas curvas que ni en el circuito de Montmeló. Tiene unos 16 años. Lleva un pichi vaquero acabado en faldita vaporosa estampada de flores. ¡Cuqui cuqui! Muestra brazos, muestra piernas y sus caderas contundentes. ¿Y?

Pues que no se esconde. Que es preciosa y lo sabe. Que lo sabemos todos. Que no es lo que vende, lo sabemos también. Pero esa niña camina con paso firme y mirando al frente. Como cualquiera debería caminar. No se esconde bajo un blusón oscuro y amplio. Es su cuerpo y le gusta. Lo ama. Y a quien no le guste…. Aire!

Cada vez se ven más chicas así, naturales y felices. Sin complejos. Mostrando lo que les da la real gana mostrar sin pensar en lo que los demás opinen.

Y cuando me cruzo con una de ellas, no puedo evitar sonreír, sentirme orgullosa por su actitud, por su seguridad y sobre todo, por su amor propio.

¡Somos diosas joder, que nada ni nadie nos quite eso!. Que nada ni nadie nos haga sentir menos. Porque amigas, gordas o flacas, altas o bajas, verdes o amarillas, sin nosotras, este mundo se iría a la mierda!!!

Silvia Romero

Foto destacada.