Se dice que podemos escoger a nuestros amigos pero que no podemos escoger a la familia y eso es un poco incierto. Lo es si lo que creemos como “familia” deja de unirnos únicamente por lazos de sangre y va más allá. Creo que tenemos la inmensa suerte pero la gran responsabilidad de escoger a nuestros amigos porque ellos, los afortunados, aquellos que estarán hasta el último día, tendrán una labor más importante en nuestras vidas que la de acompañarnos en cenas y de copas.

No, no escogemos a la familia, pero escogemos a los que sentimos como familia, los que se ganan a pulso el puesto incluso por encima de alguien a quien nos une un parentesco. Me gusta pensar que, cuando los años pasen, las décadas se sucedan, las personas que hemos decidido mantenernos al lado las unas de las otras, serán reconocidas por nuestros hijos como familia.

Yo quiero darle las gracias hoy a mis padres por haberme regalado más familia de la que tocaba, por haber escogido y haber puesto en mi vida a sus amigos. Podemos tener tíos distantes, primos cuyos nombres no recordamos… pero jamás olvidaremos al mejor amigo de nuestros padres.

Esa persona que, aunque sin título, sin ser tío, abuelo, padrino… estuvo en tu nacimiento y te cogió en sus brazos en tus primeras horas en un hospital, que estuvo cuando rompías a golpes la piñata de tus cumpleaños, metiendo la puya cuando tu madre le contó que te emborrachaste por primera vez.

Esa persona que se fue a cenar con tus padres cada sábado mientras tú empezabas a salir, que le dio un golpecito en la espalda a tu padre a modo de ánimo y te ayudó a cargar las cajas cuando te mudabas a la otra punta del país; el mismo que abrazó a tus padres cuando enfermaste y, aunque no sepas lo importante que fue en tu vida en ese instante, sabes que jamás dejó de preocuparse por ti en la sombra.

Esa persona que aunque no puedas explicar su rol, te ha felicitado cada navidad, te ha cantado los goles de tu equipo por teléfono, ha visto crecer cada centímetro de tu cuerpo, te ha abrazado y ha celebrado tus logros con orgullo casi paternal o te ha mirado con preocupación cuando tus padres no han pasado buena época.

Porque no parece justo que alguien que ha estado a tu lado todo ese tiempo, alguien que no tenía “la obligación” de hacerlo pero que no se ha perdido nada desde segunda fila, no tenga título. “Mejor amigo de mis padres” es vago, parece una definición sin corazón.

Si leyendo esto os viene el nombre o el rostro de alguien, si sonreís pensando en una persona o varias en particular y os acordáis de las anécdotas que os unen a ellos… os animo a que la próxima vez que los veáis les deis un abrazo un poco más fuerte de lo habitual. A veces no les reconocemos el rol que tienen y estoy segura de que les hará ilusión saber que pensamos en ellos de ese modo.


Escoge bien a tus amigos porque serán la familia que te rodeará para toda la vida. Porque serán las caras que verán tus hijos, las voces que escucharán, los ojos que se preocuparán por ellos y que, si somos lo suficientemente listos, sabremos enseñarles a tratarlos como lo que son: parte de la familia.