Hace unos años pasé unos meses en el paro, como muchas otras personas en este país. Al principio, quedarme en el paro me pareció la mejor forma de renovarme y encontrar otro trabajo sin necesidad de dejar el anterior y verme en la calle con una mano delante y otra detrás. Después de llevar desde los 19 años trabajando, tal vez me merecía tomarme las cosas con calma y buscar en condiciones. Retomé las clases de alemán, empecé a ir con más frecuencia al gimnasio y lo ví como una forma de redirigir mi vida. Sin embargo, se acabó convirtiendo en una época de frustración en la que llegué a hacer 30 entrevistas para más de 18 empresas y ETT’s diferentes en apenas 7 meses hasta que conseguí un nuevo trabajo.
giphy

Cuando la gente me decía ‘Pero Carla, está fenomenal que tengas tantas entrevistas, verás como al final te va a salir algo‘, la respuesta que me salía siempre era la misma: ‘Hacer tantas entrevistas sin que de ellas salga un trabajo es como hacer el mismo examen una y otra vez y no aprobarlo nunca’. Es una frustración.

Cada ‘Nos ha encantado tu perfil pero hemos optado por otro candidato’, ‘Aunque cumples todos los requisitos finalmente hemos escogido a otra persona’, ‘Erais 3 candidatos para la última entrevista pero siento decirte que tú no eres la elegida’… era un motivo más para levantarme de la cama más tarde cada mañana.

Cada vez que iba a una entrevista, me arreglaba, me maquillaba, me ponía uno de los 3 o 4 modelitos que todas tenemos para las entrevistas, pero lo único que me provocaba era darme cuenta de que no tenía motivo para comprarme más ropa porque prácticamente me pasaba el día vestida ‘de andar por casa’.

Cada vez que iba a una entrevista iba con menos ganas porque sabía que, de nuevo, contarle a este entrevistador mi cv, mi experiencia, mi nivel de idiomas, mis expectativas, en definitiva, mi vida, no iba a servir de nada.

hcraqrn

Cada vez que coincidían dos entrevistas en un mismo día me ponía de los nervios, porque acostumbrada a vaguear todo el día, tener que salir de casa dos veces me parecía peor y más estresante que tener que trabajar durante 8 horas.

Cada vez que me metía en la ducha, o iba en el coche, o me sentaba a comer y justo ése era el momento en el que una persona me llamaba para concertar una entrevista me cabreaba, porque llevaba 3 horas sentada frente al ordenador y justo habían decidido llamarme en el momento más inoportuno.

Cada vez que me hacía ilusiones con un puesto de trabajo intentaba disimularlo, porque me acordaba de que la última vez que me ilusioné por algo así eligieron a otro candidato.

Cada mañana, ver en la tele a Ana Rosa, Mariló o Susanna sólo servía para recordarme que mis amigos llevaban en la oficina desde las 9.00 de la mañana, haciendo algo productivo y ganándose su sueldo a final de mes.

working-hard
Así quería estar yo…

No penséis que soy una desagradecida y me quejo de haber tenido tantas entrevistas; al contrario, soy consciente de que fui una privilegiada y de que esto me mantenía activa y con ganas de seguir buscando. Sé que hay gente que lleva tiempo en el paro y que no ha hecho ninguna o apenas una entrevista; no sé si es porque no buscan o porque no saben dónde buscar o porque no están dispuestos a ‘conformarse’ con trabajos menos cualificados. Lo que sé es que yo, desde junio a diciembre de 2014, no paré, y cada día sentía que todo mi esfuerzo, toda mi dedicación y mi motivación, no servían para nada.

Pero, aunque no lo parezca, soy una persona optimista, positiva que, a pesar de todo esto, iba con una sonrisa a cada nueva entrevista esperando que fuera la definitiva, que cada vez que veía un número desconocido en el teléfono saltaba como loca para contestar y que estaba convencida de que todo esto acabaría dando sus frutos. Si, soy una persona optimista. Optimista pero, en ese momento, frustrada.

Finalmente, después de 7 meses, de muchos esfuerzos, de 30 entrevistas, de explotar por la cosa más tonta, de lloros, ilusiones y disgustos, encontré un trabajo, con mejores condiciones y mejor pagado que el que tenía entonces. De esto hace ya dos años, pero veo ahora en esa situación a amigos y familiares y sé perfectamente lo que sienten. La vida es una mierda cuando estás en el paro, pero hay que intentar pensar en positivo y creer que habrá una recompensa a todo el esfuerzo, que algo bueno saldrá de todo esto. O algo no tan bueno, pero algo al fin y al cabo.