Hasta los 4 años de edad, y si el desarrollo mental es adecuado, los niños van creando vínculos de apego con las personas de su entorno. Las relaciones sociales ejercen numerosas funciones evolutivas para los niños -y no tan niños- y entre ellas destaca la de aportar la seguridad y la protección necesaria para que el pequeño desarrolle una autoimagen positiva y un potencial de afrontamiento adecuado de cara al crecimiento.

Entre los 4 y los 5 años, durante preescolar, pueden atravesar una etapa de miedo e inseguridad normal en su desarrollo. Empiezan a recibir y emitir juicios de valor en base a las circunstancias, por ejemplo “si mamá se enfada porque he mordido a Juan soy malo” o “si papá me lleva al cine es bueno”.

Es a los 6 años cuando desarrollan una autoimagen estable gracias a la influencia de su entorno y a su propio desarrollo. Ya son capaces de compararse con otros, de emitir juicios sobre ellos mismos y de recordarlos. Los acontecimientos que aparecen durante primaria pueden marcar positiva o negativamente a los niños dando lugar a problemas de autoestima y complejos que influirán en su estado anímico y en el rendimiento escolar.

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¿Por qué surgen los complejos en los niños?

Aunque el vínculo más fuerte sigue siendo el familiar, el círculo de amigos cobra cada vez más importancia. La necesidad de pertenencia es fundamental a nivel adaptativo y cobra fuerza durante primaria, los niños se comparan entre ellos consciente e inconscientemente con el fin de pertenecer a un grupo potenciando las características que aumentan las semejanzas con sus amigos e inhibiendo las diferencias.

En el propio grupo pueden aparecer competencias y discusiones y, aunque la mayoría de los niños deja de lado la violencia física en preescolar debido al desarrollo del control de la impulsividad (morder o empujar), surge una nueva “estrategia” que es la violencia verbal. Pueden haber aprendido un insulto tras escucharlo en personas mayores, en la televisión o incluso en otros niños, y su mantenimiento dependerá principalmente de la tendencia de los adultos a fomentarlo o frenarlo.

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¿Cómo fortalecer la autoestima de los niños?

La comparación social, la influencia de los medios y la inmersión de los niños en “la vida adulta” pueden hacer florecer sentimientos como “soy el más gordo/tonto/feo/raro del mundo”, sentimientos que no siempre expresarán en voz alta, por lo que es necesario enseñarles a manejarlos con una fuerte autoestima.

  • Fortalecer el vínculo de apego

Los niños con una buena autoestima base suelen considerar a sus padres como una fuente de seguridad y una figura de referencia. Necesitan saber que cuentan con vuestro apoyo incondicional  ante cualquier circunstancia, y una buena forma de demostrarlo es dejando que exploren su personalidad y que sean ellos mismos. Debemos proporcionarles retos acordes a su etapa de desarrollo fomentando la independencia sin olvidar el apoyo, no tienen que sentirse sobreprotegidos ni abandonados.

A la hora de escoger premios es mejor decantarnos por los reforzadores verbales, es decir, palabras de ánimo como “sabía que lo conseguirías” o “ese es mi hijo”, dejando de lado los regalos materiales. De esta forma no solo mejoraremos la autoestima y la autonomía de los pequeños, sino que incrementará su motivación intrínseca y querrán alcanzar metas por el placer de sentirse realizados en vez de por los regalos que pueden obtener.

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  • Escuchar, consolar y fomentar las habilidades sociales

Ante la aparición de los complejos debemos permanecer a su lado más que nunca. No subestimes el dolor o la frustración que siente un niño solo por su edad porque las emociones primarias (alegría, sorpresa, tristeza, ira, asco y miedo) y secundarias (hostilidad, vergüenza, culpa, felicidad, frustración, ansiedad, etc.) aparecen incluso antes de los 6 años.

Escucha al pequeño, deja que se desahogue y exprese sus sentimientos, y ofrécele consuelo con un abrazo y un consejo. Algo fundamental es trabajar con las habilidades interpersonales, el niño debe reconocer y saber expresar sus emociones (la importancia de la inteligencia emocional es abrumadora) y aprender en casa la importancia de las interacciones cooperativas al margen de la competitividad. No es nada aconsejable enseñar “la ley del más fuerte” a niños tan pequeños, es mejor sustituir frases como “si te insultan tienes que ser fuerte e insultarle también” por “si te insultan háblalo con papá y mamá, pregúntale a tu compañero por qué lo ha hecho y dile como te ha hecho sentir”.

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  • Ser un ejemplo

Lo más esencial para fomentar una buena autoestima es que el niño la vea a diario, se deben evitar estilos educativos extremadamente exigentes y autocráticos. No solo debemos enseñar a los pequeños lo correcto e incorrecto, tan o más importante es que comprendan el porqué para fomentar la curiosidad y el pensamiento crítico. Los niños deben tener espacio para expresarse y dar su opinión y nosotros debemos enseñarles que en ocasiones las cosas no saldrán como ellos quieren, que siempre habrá diferentes puntos de vista y que hay que respetarlos.

Ante una mala conducta por parte del niño primero debemos preguntarnos dónde la ha aprendido, somos el espejo en el que ellos se miran y olvidamos la relevancia de nuestros actos, y después toca pasar a la acción. Hay numerosas técnicas que han demostrado ser eficaces como el tiempo fuera de reforzamiento positivo que consiste en negar el acceso temporal (no más de 15 minutos) a una situación agradable inmediatamente después de que realice la conducta problema mandándole a un rincón a pensar o a su habitación para que reflexione. El niño debe ser consciente de las razones por las que se le castiga, no debe presentarse ningún reforzador durante el tiempo de castigo y no debe servir para escapar de una situación desagradable (por ejemplo, esta técnica no es aplicable si el niño se pone a llorar porque no quiere comer verduras). Otra práctica es el de la sobrecorreción, que cumple una función educativa ya que hace que el niño practique la conducta alternativa correcta. Al utilizar la sobrecorreción primero debemos restituir o corregir los efectos negativos causados por la conducta problema (por ejemplo, el niño debe pedir perdón a su compañero y ayudarle a reconstruir el castillo de arena que ha destrozado) y posteriormente instruir una práctica positiva, es decir, llevar a cabo repetidamente la conducta apropiada (que los niños jueguen juntos en el parque más a menudo).

Por último debemos ser un buen ejemplo, si el niño ve que sus padres tienen una mala autoestima, no saben defender su punto de vista sin recurrir a las faltas de respeto, se sienten atacados y responden atacando y/o tienen ataques de ira repentinos, imitará esas conductas y será incapaz de aprender aunque se utilicen palabras positivas en su enseñanza.

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Aprecia sus esfuerzos tanto o más que sus logros, presta atención a las actitudes positivas, evita las etiquetas negativas y las comparaciones, enseña a valorar a las personas por sus actos y no por sus capacidades o apariencia, introduce el humor en vuestro día a día y, sobre todo, haz sitio para los abrazos, el cariño y el amor en vuestro hogar.

Si las circunstancias lo requieren y hay problemas de bullying, ansiedad o depresión infantil, ponte en contacto con los profesores del centro y con un psicólogo infantil.