Tengo un inquilino gordo que vive en mi cerebro. Y digo que vive ahí, porque de mi cuerpo, hace tiempo que se fue. Bueno, a veces vuelve, pero no es lo mismo.

Si esto fuera un cuento, sería algo así: “érase una vez una adolescente de talla grande pero no mucho, con la que se metían en el colegio por su peso, excesivo para su edad, pero no mucho. Por sus gafas de culo de vaso, pero no tanto, que con los años cambió, se puso más guapa, se operó de la vista, adelgazó y se convirtió en lo que la sociedad considera un precioso cisne”.

Pues chicas, no tanto. Porque una parte de ese patito feo pero no tanto, se quedó a vivir en mi cabeza. ¿No os pasa a vosotras? A las chicas que hemos adelgazado, aunque nos hayamos puesto en una talla 40, (vaaaaaale, a veces la 42, o a veces a la 44 cuando estamos muy estresadas, se nos ha quedado a vivir una gorda en la cabeza. Y cuando vamos de compras, nos hace coger un vestido más grande de lo que necesitamos, o varias tallas distintas porque no sabemos dónde vamos a caber (por supuesto, el cisne gordo grazna que en la pequeña no, que mejor cojamos otra por si las moscas). Y cuando salimos de casa hace que preguntemos si el modelito nos hace gordas, y si nos miramos en un espejo, cómo no, hace que busquemos, y encontremos, la última lorcita, ¿esa que no se ve? Pues ESA.

tumblr_mwvwlgulDr1sre9zho1_500

Y aquí es donde yo voy. Que no voy a entrar en lo que le hicieron a nuestra autoestima en ese colegio, ni si aún intentamos no pasar por delante de un grupo de adolescentes aunque tengamos edad de ser sus madres por si se meten con nosotras. Que también. Voy a todas esas chicas que viven en permanente dieta de pérdida de peso, de mantenimiento, o de vuelta a perder que se nos han aposentado las dos últimas hamburguesas en las caderas.

Está muy bien una alimentación sana, perder el peso que nos sobra si así lo queremos, etc. La autoestima es importante, peses lo que peses, pero también deberíamos ayudar a nuestro cerebro a hacer el cambio que ha hecho nuestro cuerpo después de una dieta. Y creo que eso es lo que falta. Porque a veces, objetivamente, tú te quieres, objetivamente estás estupenda, te gustas, el vestido rojo putón te sienta como un guante… hasta que grazna el pato, porque seguimos siendo gordas mentalmente. Así que… ¿no habrá que enseñar a la gente no sólo a cambiar su cuerpo, sino a decirle al cisne gordo que como no se acostumbre a saber que ya no lo está, lo vamos a desplumar y nos lo vamos a comer por navidad?

Autor: Lourdes Rueda

Foto destacada.