Hoy quiero darme el lujo de estar mal, de sentirme como una mierda, de no quitarme el pijama en todo el día y no querer ver a nadie. Hoy quiero llorar, sin intentar pensar que todo va a salir bien. Quiero desahogarme en mis lágrimas, comer lo que me dé la gana o no comer, porque a penas tengo hambre. Voy a meterme en la cama y voy a ponerme música triste, de esa que te hace sentir peor, pero que es la que necesito en este mismo instante. Y mirar fotos, fotos felices, las fotos más bonitas que tienes, en blanco y negro. Porque todo lo triste se ve en blanco y negro. Y pensar que soy idiota.

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Quiero escuchar audios, ver vídeos, oler recuerdos. Rememorar lugares, momentos, risas. Quiero quedarme dormida pensando en sus labios mientras mis lágrimas mojan la almohada por ambos lados.

Hoy quiero decir que me equivoqué, que me perdí en mis palabras, que mi mente y mi corazón no fueron uno, y que yo me encontré en medio. Que un día puedes sentir algo y decir todo lo contrario, aparentar que eres fuerte, que nadie puede contigo, y que todo te resbala. Decir lo primero que te viene a la cabeza, sin medir el daño que puedes causar. No te importa. Pero después necesitas un día como hoy. O dos.

Hoy quiero reconocer que soy mi peor enemiga, que voy contra mí, que no sé qué carajos quiero, pero no hago más que tirar piedras sobre mi propio tejado. Me paso la vida esperando que alguien me quiera, pero no sé aceptarlo. Y lloro. Pero no lloro por nadie, sino por mí. Porque no estoy de acuerdo conmigo, porque en el fondo quiero abofetearme y gritar, para que mi yo imbécil salga de mi cuerpo y me deje ser feliz. Pero nunca se irá. Lloro por pura impotencia, porque nadie me quiere menos que yo, nadie quiere menos mi felicidad. Nadie me boicotea mejor.

Hoy quiero que él no agache la cabeza, quiero que me grite, que me haga sentir mal, que se vaya. Quiero que me enseñe a no jugar con fuego, a no creerme invencible. Quiero que haga como que no me quiere. Quiero que me haga llevar las riendas de mi cabeza.

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Hoy quiero dar marcha atrás.

Pero estoy aquí, sin que nadie lo sepa, sin que nadie me oiga. Estoy rota, deshecha, bañada en lágrimas que nadie más que yo he provocado. Nadie más que yo tiene la culpa. Y nadie más que yo se lo merece.

Mañana será otro día. Pero puede que mañana ya sea demasiado tarde.

Anónima