Seguro que todas tenéis una «amiga» o conocida que no se da cuenta del daño que puede hacer con sus palabras y que parece que, cuando intentas hacerle ver que lo que dice no está bien, se excusa con un «no va por ti, cielo» o «te lo digo por tu bien» o (mi preferida) «es con todo mi cariño».

Aunque está muy bien eso de tener confianza en una misma, no dejarse influenciar por los demás, que la belleza no solo reside en la delgadez y un largo etcétera, todas tenemos nuestros momentos de bajón o días sensibles (o como a mí me gusta decir: «estar reglosa»). Bueno, a lo que iba, que hay cosas que te joden aunque intentes mantener la autoestima todo lo arriba que se puede.

Como no sé si me explico bien, voy a pasar a ilustraros con 5 frases típicas de «amiga gilimollas», sí, esas que se quejan de las mollas que en realidad no tienen:

  • «¡Qué lorzas tengo!»

Típica frase de cuando estáis en una tienda de ropa y ella coge una camiseta de una talla M o L a lo sumo y (¡no sé dónde!) ella dice verse gordísima, anchísima y con unos michelines que ni el muñeco del mismo nombre.

giphy (3)

Mientras tanto, tú te has cogido una XL rezando para entrar, y te ha dado la bajona cuando has metido un brazo y la cabeza y ya no estira para meter el otro brazo. True story.

  • «¡Mira esta foto!¡Aquí estaba gordísima!»

Sí, en esa foto tenías algo así como 2-5 kg más de los que tienes ahora, ¡dramón!

Eso es lo que piensas interiormente, pero no sueles decirlo (a no ser que se te inflen las pelotas). En vez de soltarle eso, te limitas a callarte y a poner cara de perrito abandonado o a contestarle , como máximo; «sí, vamos, una foca… ¿pero tú me has visto a mí?», a lo que ella responde una de las siguientes variantes: «No, mujer, no lo decía por ti, no te ofendas…» o, «¡Qué va! Si tú estás estupenda, yo no te veo tan mal» o, mi favorita, «Si yo aquí estaba más gorda que tú». En ese momento, tu cabeza explota y dejas de escucharla, ¿para qué?

giphy (4)

  • «¡Me estoy poniendo como una foca! Pero es que cuando estoy estresada me da por comer»

La miras, la remiras y tú no ves que haya cogido ni un asqueroso gramo pero, por solidaridad, o simplemente porque eres tonta, dices: «Sí, a mí me pasa lo mismo, sobre todo me da por comer dulces» (¡Mal! ¡No confieses tu crímenes!). A lo que ella te contesta, mirándote con pena: «Pues tú deberías controlarte y no comer tanto dulce, que muy bien no te viene». Y, en tu subconsciente, te han clavado un puñal en el bazo, te retuerces de dolor y luchas por sacártelo… Pero te ha dolido tanto que corres a la pastelería a por un dulce (el que más chocolate tenga) para que te alivie las penas.

three-pounds

  • «Yo no me pongo falda, porque con las piernas tan gordas que tengo…»

Y te lo dice mientras que tú estás al lado con unos shorts o una minifalda que, a tu juicio, te quedan de muerte. Es más, incluso remata la frase anterior con un: «Si yo sé que son tonterías mías, que hay muchas como yo o peor que se la ponen, pero yo no me veo». A lo que tú contestas: «Pues yo me la pongo» (Si es que te pierde esa lengua tuya…). Y ella te responde: «Y haces muy bien. Que no te importe lo que los demás piensen».

Perdona… ¿me estás insultando o apoyando?

  • Esto no es una frase, pero tenía que contarlo porque me hizo mucha gracia y merece estar entre mis favoritas.

¿Alguna vez habéis ido a una tienda con una «gilimollas» que se ha negado a probarse/comprarse una talla más?

Pues éste es el caso:

Gilimollas: ¡Ups, no me queda bien la camiseta! Me está demasiado ajustada.

– Yo: Es una M, pruébate una L que seguro que te queda bien.

– Gilimollas: ¿¡Tú estás tonta!? Si hombre, una L me voy a probar… Mi talla siempre ha sido una M y no pienso ponerme una L ni de coña, ¡Qué vergüenza! Eso es como admitir que estoy gorda.

Os juro que es una historia real, y que sucedió hace unos 9-10 años, pero aún no he podido olvidarlo. No por lo insultante que fue (que también), si no por lo absurdo que le pareció a esa chica de unos 15 años que, a duras penas, entraba en una L-XL que alguien se negara a comprar una talla más, ya que tenía la suerte de que había.

Todos tenemos complejos, nuestras amigas delgadas también los tienen y no es cuestión de menospreciarlos. Pero por favor, amichis, un poco de empatía. Dejad de quejaros del michelín invisible que os ha salido delante de vuestras amigas de la talla 46+. Es como quejarse de que te han puesto gafas de miope delante de un ciego.

giphy (5)

Y lo más importante: ¡No dejéis nunca que os hunda una «gilimollas»! ¡Esas no son verdaderas amigas!

Autor: Paula Díaz