Un día te levantas por la mañana y te preguntas por qué, ¿por qué hago cada día lo mismo?

No hago referencia a la mayoría de las personas aquí presentes las cuales formamos parte de la clase trabajadora o clase media (cada uno se auto-engaña como quiere) y debemos enfrentar cada día un trabajo que nos guste más o menos, en el caso de tener trabajo. Me refiero a si lo que hacemos lo hemos escogido siendo sinceros con nosotros mismos o para complacer a nuestro alrededor.

 

Naces, creces yendo al cole, envejeces trabajando, y disfrutas la vida muriendo.

 

Si estás leyendo este post en esta página es porque ya te tomaste la pastilla roja, la de mátrix, la de la verdad en relación a los cuerpos. Sí, nos comieron la olla con que debíamos ser muy delgadas para agradar a los otros, a las suegras, a tus amigas, o haciéndote creer que todos ellos, y en este ellos vas incluido tú, te valorarían por tu peso. Te tomas la pastilla y lo ves, ves que todo eso era una construcción social en la que no sabes cómo te metiste, pero te metiste. La pastilla actúa como unas gafas desde las cuales ves la realidad, y descubres que no sólo son los cuerpos lo que la sociedad como ente generalizador y no pensante ha distorsionado, es toda tu vida.

¿Por qué tengo que hacer cosas y superarme sin parar? ¿A quién debo complacer? ¿A mi jefe, a mi madre, a mi padre, a mi pareja, a mi amiga, o a todos mis enemigos?

La experiencia de vivir es un hecho neutro que cada uno interpreta detrás de sus propias gafas, este hecho no es bueno ni malo, es un hecho, pero hay quien no tiene gafas y juzga su propia vida a través de las gafas de su madre, su padre o quien fuera menester.

¿Cuántos hemos estudiado o trabajado en algo pensando en lo que los otros pensarán de uno mismo? ¿Cuántos tratamos de encajar en una sociedad sin rumbo?

Hacemos todas y cada una de estas cosas creyendo que esto nos hará felices. “Nos hará” futuro imperfecto del indicativo.

Y sí, el futuro es imperfecto, básicamente porque es inalcanzable. He ahí el quid de la cuestión, ¿de dónde nos viene ese delirio de procrastinar, de dejar para mañana nuestra felicidad? ¿De Aliexpress y sus eternos envíos? ¿De nuestros padres y su época que resulta que no es la nuestra?

Nuestros padres y a su vez los suyos, sustentaron todos sus esfuerzos en un propósito para el día de mañana, solo así pudieron resistir su situación, la que su época les propuso. Nuestra época es otra, inmersos en la revolución digital, en tweets, en stories, en cosas que duren poquito, que sean fáciles e inmediatas. Ser de la generación sin futuro, por mucho que parezca un desastre, tiene algo bueno, muy bueno, y es que nos hace vivir el ahora, el hoy como nunca antes.

¡Haz lo que te dé la gana, lo que te salga del toto, del parrús, de las bolingas, de las hormonas, de los pelos del sobaco y de la papada!

Sólo hazlo.

Victoria de Segundo