Cuando trabajas con peques te pueden preguntar cualquier cosa. Y cuando tienes un cuerpo que no entra en los cánones, las preguntas suelen ser directas y es mejor que tengas un buen nivel de autoestima para estar preparada para cualquier pregunta indiscreta. El verano pasado tuve la oportunidad de saborear una de esas preguntas inocentes y he hecho un poema sobre lo que pasó.

 

El otro día un niño me preguntó

“¿Neus, por qué tienes las piernas hinchadas?”

Le negué con la cabeza y le dije

“No, no lo están”

Él me dijo que sí,

yo le confesé que no,

él me insistió que sí,

yo le manifesté que no.

Que sí, que no, que sí, que no.

Y la discusión se zanjó

diciéndole:

“Corazón, no están hinchadas.

Es que son gordas.”

 

Me di cuenta, por su cara asombrada,

que era la primera que le abordaba

la gordura de manera cruda

 

Y seguí explicándole a sus 5 años,

que yo tenía gordas las piernas, los brazos, los dedos, la cara…

y esta barriga que me aprieta

Y él me dijo… “¡Y las tetas!”

 

Al hablar con naturalidad del tema

se pasó la mañana llamándome “gorda”,

en ningún momento fue despectivo,

pero vi que no había conseguido mi objetivo

y le empecé a llamar “simpático”.

 

Al principio le hizo gracia,

pero a las horas fue molesto

y cuando vino dispuesto

a interponerme una queja, le dije:

“Pero si eres uno de los chicos más simpáticos que conozco, tú eres así”

Me dijo que sí,

que él ya lo sabía,

pero que no importaba que se lo repitiera todo el día…

 

Que él tenía nombre, que era mucho más que simpático…

y fue automático

que fuera bajando el volumen

al oír su propio resumen

de la moraleja de esa mañana.

 

Y me di cuenta, por su cara pensativa

que era la primera que le dio esa perspectiva,

de la gordura de manera cruda.

 

Neus HK