El otro día cuando salí para el trabajo iba justa, podría decirse que tarde. Así que, cuando vi que en el borde de mi vestido blanco había una mancha casi me da un soponcio: no me daba tiempo a volver a casa a cambiarme y todo el mundo vería la mancha. Me di 15 segundos para pensar qué hacía y decidí que iría así, trataría de esconder la vergüenza entre los pliegues de la tela y no me movería mucho.

Cuando llegué a la oficina 40 minutos después se me había olvidad que mi vestido tenía una manchita (la verdad que no era muy grande) y ni la escondí ni me estuve más parada que el resto de los días. Tomé el café con mis compañeros, fui a la fuente, al servicio, a la impresora y a la mesa de un par de personas a hacerles unas consultas. Así, tan tranquila, como si no hubiera mancha (¡insensata!)
En un momento dado, miré hacia abajo y la volví a ver. Como estaba al lado de una compañera con la que tengo muy buena relación le dije: «¡Jolín! Cada vez que me visto de blanco me ensucio, ¡soy un desastre!». Ella me miró extrañada y me preguntó que dónde estaba la suciedad y se la mostré. Me dijo «No se ve nada, sólo te has fijado tú. Así que estate tranquila».
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Y, ¿sabéis qué? Que me di cuenta de una cosa: la cantidad de tiempo que perdemos tratando de ocultar nuestros «defectos» a los demás cuando realmente somos los únicos que los estamos viendo. Salimos al mundo con el miedo de que vean que no somos perfectos y nos ocultamos tras máscaras y poses que nos hacen sentir incómodos. Sin embargo, cuando nos olvidamos de nuestras «manchas» y vivimos sin preocuparnos de que puedan ver nuestras imperfecciones somos más nosotros y, por lo tanto, más felices.
Vivimos con el pavor de que los demás sean conscientes de lo que odiamos de nosotros mismos cuando, la gente, no se preocupa de tu nariz grande, tus manos sudadas cuando te pones nervioso, o que te salgan lorzas por encima de la cintura del pantalón. La gente ve tu actitud, y depende sólo de ti quedarte sentado en una silla tratando de ocultar la mancha de tu vestido o levantarte y hacer de tu día lo que quieres que sea. ¿Qué vas a hacer?
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Autor: Quetuy