Con la llegada de la navidad nuestro día a día se modifica, hay multitud de reuniones y cenas familiares, de trabajo y entre amigos, y todo gira alrededor de la comida, la ropa de fiesta y el manido tema de las tallas. Los medios nos bombardean con dietas milagro, productos quema–grasa y cánones de belleza a menudo inaccesibles. Los primos nos recuerdan los kilos que hemos engordado o adelgazado. Las amigas nos preguntan si hemos encontrado ya un vestido ideal de la muerte. Las abuelas nos ceban con polvorones y turrón. Si ya de por si es una situación estresante para una persona completamente sana, para aquellos que padecen un trastorno de alimentación puede resultar caótico. ≪¿Cómo evitar comer? ¿Qué hago para que no me lo noten? ¿Puedo vomitar sin que me vean?≫ son los pensamientos más recurrentes. Es una situación de pánico que ocupa su mente constantemente y la gente puede notar esa conducta llegando a asociarla a otras causas que no tienen nada que ver.

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Según el Instituto Nacional de la Salud Mental un trastorno de la alimentación (TCA) es una enfermedad que causa graves perturbaciones en la dieta diaria, tales como comer cantidades muy pequeñas o comer en exceso. Una persona que tiene un trastorno de la alimentación puede haber comenzado por comer pequeñas o grandes cantidades de comida, pero en algún momento el impulso de comer más o menos se disparó fuera de control. Angustia severa o preocupación por la forma o el peso del cuerpo también se pueden caracterizar como un trastorno de la alimentación.

Es un momento crítico tanto para las personas que padecen un TCA como para aquellas que se han curado recientemente o están en periodo de curación. Si tenemos sospechas de que alguien de nuestro entorno padece algún trastorno como bulimia, anorexia, trastorno por atracones, etc. es fundamental saber reaccionar. No debemos actuar como policías, pero si debemos observar si se presentan determinados comportamientos.

  • Se esconden para llevar a cabo conductas inadecuadas (vomitar, comer compulsivamente, consumir laxantes, etc.)
  • Se sirven una porción muy pequeña en el plato y posteriormente la desmenuzan sin llegar a comérsela del todo.
  • Juegan con la comida simulando que están comiendo.
  • Se levantan de la mesa en numerosas ocasiones y van al baño con cualquier excusa.
  • Se ausentan cuando se sirven los platos más copiosos con excusas como que tienen que realizar una llamada o ir al baño.
  • Dicen estar enfermos o que les duele algo para justificar la falta de apetito.
  • Utilizan ropa ancha para taparse.
  • Se muestran irritados, agresivos y nerviosos.
  • Después de comer se sienten mal y se aíslan con cualquier excusa.

Estos son algunos de los indicios que pueden ayudarnos a comprobar si estamos ante un trastorno alimenticio o no, aunque es evidente que no tienen por qué cumplirse siempre por lo que es necesaria la ayuda de un médico o psicólogo profesional. La detección temprana de este tipo de trastornos es de gran ayuda para un mejor diagnóstico y pronóstico.

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Si el reconocimiento médico y psicológico ha confirmado que estamos ante un trastorno de alimentación hay una serie de consejos que nos ayudarán a tratar con la enfermedad y a hacer la curación del paciente más llevadera.

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El apoyo de la familia y los amigos es fundamental para la recuperación de una persona con un trastorno alimenticio. La comprensión es el mejor tratamiento, el respeto es la mejor medicina y el tiempo es el mejor aliado.

Si crees que tú o alguien de tu entorno puede necesitar ayuda, acude al Instituto Centta.