Quiero ser madre. Lo he tenido claro desde siempre.
Lo deseo de tal forma que es algo físico. Puedo notarlo dentro de mí igual que si tuviera carencia de hierro. Me noto débil, siento que me falta algo. Me duelen los brazos de pura necesidad.
Es difícil de explicar a quien nunca ha sentido la necesidad absoluta y totalmente aplastante que te da la urgencia de la maternidad. Os envidio profundamente. Casi tanto como a las que se quedan embarazadas con mirarlas fijamente.
Sí, lo habéis adivinado. Quiero ser madre pero no puedo serlo. No de forma natural. Para poder ser madre tendré que someterme a la humillación de reconocer que mi cuerpo está mal hecho, que a pesar de haberlo amado con todos sus defectos, él me ha traicionado del único modo que no puedo perdonar. Y ahora le odio. No le odio por lo que es sino por lo que me quita. Y me estoy convirtiendo en una amargada que mira a las embarazadas por la calle con rencor sin pararse a pensar que igual ellas han estado donde yo estoy. Me desespero cuando alguna amiga me cuenta que está embarazada y tengo que forzarme para sonreír y darle la enhorabuena en vez de ponerme a gritar de pura desesperación. Me estoy rompiendo por dentro.
Hace unos meses me diagnosticaron hidrosalpinx. Significa que mis trompas están obstruidas y que no puedo concebir de manera natural. Además de eso, solo tengo medio ovario (y no sé en qué condiciones) así que, básicamente, tengo todas mis opciones bajo mínimos. Tengo 30 años y estoy rodeada de los bebés de otras, de la felicidad de otras, de la esperanza de otras. Nunca de la mía.
Escribo esto porque sé lo vergonzoso que es sentir rencor cuando tu cuñada te dice que está embarazada. Escribo porque sé lo terriblemente mal que te sientes al sentir eso por la gente a la que amas. Sé que tú también te quedas mirando las barrigas por la calle y, por una décima de segundo, te gustaría arrancársela. Sé lo que significa para ti querer arañarle la cara a esas amigas que hablan de la maternidad delante de ti sin oír cómo ruges por dentro, sé de ese huracán de amargura que se lo lleva todo para dejarte solo rabia y huesos. Y un vientre vacío. Pero ellas son inmunes a eso porque no lo saben, porque no se lo has dicho a nadie. Porque no quieres que vean al monstruo que llevas dentro.
Lo comprendo. Y quiero que sepas que no estás sola. Que yo te amo.

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