Empezaré por el principio. Nunca he sido una chica delgada, y eso, sinceramente, no condiciona mi vida social POR QUE YO NO QUIERO.

En los últimos meses, he tenido una vocecilla interior que gritaba en modo imperativo que debía hablar sobre un tema que me escama de la sociedad actual, y es que: las gorditas también tenemos voz.  No, no es un bulo, no es fake, lees bien: YO también tengo opinión.

Estoy hartísima de escuchar a mi alrededor frases como:  ‘Tía, eso no te queda bien, te marca la barriga’  o  ‘¿Pero tú te crees que un chico como ese va a querer tener algo contigo?’  ‘Tienes las cualidades pero no das el perfil’ Y un sinfín de frases que cada vez que las escucho sean referidas hacia mi persona o no, hacen que la gorda que llevo dentro (que se aprecia por fuera) se revuelva y  tenga ganas de gritarles allí mismo a todas esas personas lo equivocadas que están.

Yo no digo que sea mejor que una mujer delgada, en ningún momento vengo a referirme a eso, puesto que no me considero mejor que nadie, pero,  simplemente: NO SOY PEOR.

Hubo un día en que esos comentarios me afectaron, básicamente, por que intentaba vivir una vida que no era la mía. Intentaba guardar las apariencias, vestir discreta, no llamar demasiado la atención. Era como un camaleón intentando no ser descubierta, que no me viese nadie cuando caminaba por la calle, me miraba en el espejo antes de salir de casa y pensaba:

-Madre mía qué asco das.

Y claro, salía a la calle, y yo, que ya me había dedicado a la ardua tarea de hacerme bullying ante el espejo, no contenta con ello, me encontraba con todo tipo de bestias salvajes salidas de no se sabe qué tipo de hábitat, que se dedicaban, básicamente a intentar hacer de mí una presa fácil. Alguien de quien reírse, alguien a quien humillar y hacer sentir completamente anulada por el simple hecho de ser como es.

Gente, que debía tener una vida tan vacía, que necesitaba llenarla con mierda, dolor y lágrimas de otros, gente que parece ser, estaba en lo que yo ahora llamo: Estado de deidad intocable.

200

Perfectos ante sí mismos, necesitando ser adorados por otros, necesitando que los demás teman a sus palabras y a sus actos, pero eso no es lo malo, sino, que para seguir siéndolo, necesitan que los demás se sientan peor que ellos, y eso, solo se consigue haciendo daño.

Entre éstas bestias salvajes, encontramos a distintos tipos:

-El calamar gigante del levante (Expandido por todas las costas desde el 2002):

Suele regentar las playas a pleno sol un mes de Agosto a las 12:30 del mediodía, y tiene un método de caza agresivo que consiste básicamente en despistarte con su mirada para que creas que te conoce de algo, y entonces, cuando estás confiada, lo ves que se gira hacia sus amigos los calamares más pequeños, los que siguen sus pasos, y escuchas las carcajadas. Si casualmente te cruzas con él algún verano de tu vida en el que tu autoestima esté más baja de lo normal, intenta ignorarlo porque te agarrará con sus tentáculos y devorará lo poco que quede de tu amor propio.

-El cocodrilo discotequero:

Este espécimen, es mucho más común de lo que podemos imaginar. Regenta bares nocturnos y cervecerías, tiene un sexto sentido para la caza de presas atolondradas o despistadas, se aprovecha de la nocturnidad creyendo que así lo que hace está mejor visto, o pasa desapercibido. Caza sin piedad a las chicas gordas que tienen sed y van a la barra  a pedir.

Normalmente utiliza una técnica a la que denomino:  ‘El codazo’ que consiste en verte acercarte a la barra y lentamente, avisar a todos sus amiguitos de que tú estás llegando mientras lees en sus labios como a cámara lenta: -Mira la gorda esa. Tras eso, a ti solo te quedan ganas de salir corriendo y no volver a ese bar lleno de cocodrilos pedantes, pero claro, a tus amigas les gusta el sitio, y vuelves al lugar cada fin de semana, con el miedo de volver a encontrarte con esos salvajes emocionales  que creen que eres menos que ellos por estar gorda.

-La abeja reina:

La abeja reina es esa ‘’amiga’’ que te hace sentir mucho peor que ella cuando quieres irte de fiesta, tomar un café, o salir a dar una vuelta. Necesita ver que ella, es mejor que tú, y su táctica, no es otra que decirte que te pongas lo que te pongas, esa barriga no va a desaparecer, esas piernas, van a seguir teniendo celulitis, y tu culo, no tiene arreglo nena.

Suele saber bien a quien picar con el aguijón venenoso, pues, solo tiene una picadura y la ha de emplear bien para que su propio ego llegue a niveles en los que ella se siente segura y obviamente, con ello, tu, insegura.

Obviamente, hay muchos más tipos de criaturas salvajes, pero estos tres son, con diferencia, los que me solía encontrar cuando mi autoestima andaba bajo tierra, ahora siguen ahí, pero, ya no soy un camaleón.

Me di cuenta de que existían este tipo de personas, que hacían de mí un ser que divagaba, se vestía, y respiraba, simplemente por el hecho de que estaba viva, cuando decidí sentarme ante mi misma tras darme una ducha larga y relajante y decidí  mirarme con los ojos de mi alma.

Busqué en ellos a la niña gordita tímida, busqué a la niña que era, y recordé que me asustaba pensar en el número de chicas gordas que podían estar en ese mismo momento en la misma situación que yo, llorando por no verse como ellas querían ante sí mismas por que llevaban toda una vida escuchando que ellas, por el hecho de ser gordas, no iban a llegar a nada, que no iban a ser felices. Porque las gordas son felices pero claro, son felices porque son simpáticas y a la gente le caen bien, y yo tenía que seguir siendo eso, una chica simpática, que por dentro es infeliz porque no es como las demás.

giphy

Mi actitud ayudaba a que la cadena que me oprimía se apretase y se enrollase cada día un poco más, sin embargo, yo no quería cadenas, quería ser libre, quería verme a mí, quería ser la dueña de mi vida, sacar lo mejor de mí, sentirme libre ante el espejo, quería VIVIR.

Empecé a darme cuenta de que tampoco era tan fea como creía, y, bueno, estar gorda no era sinónimo de dar asco. Empecé a quitarme la cadena, que había ido poniendo con los años, invisible para los demás, pero que me estaba haciendo ser una presa fácil cada vez que daba por válido un insulto que se refiriese a mi aspecto físico, o un comentario inapropiado de las bestias salvajes que acechaban almas acomplejadas como la que era la mía, y decidí preguntarme:

¿Qué es lo que te define? ¿Qué quieres ser? ¿Vas a dejar que la opinión de los demás influya en tu vida? ¿Vas a ser lo que ellos quieren que seas? ¿Por qué te atormentas por ser quién eres? ¿Crees que debes ser una presa fácil?

Entonces, me di cuenta, de que las respuestas no tenían nada que ver con la actitud que había tenido conmigo misma durante años al mirarme al espejo y decirme que daba asco, me miré y vi mis ojos, mi cara, mi cuerpo, y me gustaba: ‘’ ¡Yo no soy menos que nadie joder!’’

Cambié mi actitud, mi forma de verme ante el mundo. Antes temía a la gente, al mundo en general. Ahora agradezco ser como soy, y para que ese cambio haya sido posible, cada  día, antes de salir de casa, me miraba en el espejo y me decía:

-Eres tú  sólo por tus imperfecciones, sin ellas, ¡serías una más!

Parece una frase simple, pero te aseguro que me ayudó a aceptar mi cuerpo como lo que es: El cuerpo de una chica gorda, pero segura.

Tienes solo una vida para vivir, unas cadenas que quitarte, muchos depredadores a los que enfrentarte  y una venda en los ojos si no te ves a ti en el espejo como quieres verte y como lo que eres, y no creo que quieras ver solo la mitad de un mundo que está deseando que lo pises con unos tacones de infarto.

En algún rincón de internet leí:

Adapta la ropa para que quede bien con tus remordimientos, ¿cuál es tu talla?

No dejes que llegue el momento en que tengas que basar tu vida en remordimientos por no haber sido TÚ, empieza a utilizar tus aspectos negativos para convertirlos en positivos, los depredadores están ahí porque tú existes con inseguridades. Sin inseguridades esos especímenes desaparecerán. Tu vida es tuya, y ten claro que nadie va a vivirla por ti.

Ámate como quieres que te amen.

Autor: Ángela Stone