En estos días, en casa, hemos empezado a montar el árbol de Navidad, las luces y demás… una tradición familiar que mantenemos cada año, la primera semana de diciembre, con los niños.

¿Por qué cuento esto? Pues porque este año yo, previsora, preparé la silla de madera segura donde mis hermanos peques se subían para colocar las luces y las bolas en lo alto, y empecé a hacer calentamiento de rodillas y cadera para levantarlos lo más que pudiera y que así, alguno pusiera la estrella en la copa… pero este año, no han hecho falta ninguna de mis medidas, porque este año, alcanzan las ramas altas sin silla y el mayor pone la estrella estirando el brazo como si nada.

Y en ese momento me di cuenta de algo que tenemos asumido pero, en realidad, no nos creemos: el tiempo pasa acojonantemente deprisa. Ya no es solo decir ‘la vida son dos días’ o ‘vive hoy, duerme mañana’, no, señores. La vida se va rápido, muy rápido, de un año a otro, de un mes a otro, todo cambia y se aleja sin que lo podamos evitar. 

Mis pequeñas gemas son graaaaaandes

La vida no vuelve. No es un simulacro. Nada de lo que ahora tenemos, de lo que vivimos, experimentamos y sentimos se quedará. Ningún momento será mejor que este o dará menos miedo, nunca tendremos más tiempo, mejores circunstancias, más dinero o posibilidades mayores de cumplir fantasías.

No voy a pedir una liada de manta a la cabeza, hipotecarse hasta las cejas y dar la vuelta al mundo en 80 días con un león vestido de Armani (aunque si puedes, hazlo y manda fotos, sería TOP), pero sí voy a hacer apología temblad insensatos, de intentar ser más feliz. De hacer cosas pequeñas por nosotros. De vivir momentos alegres. Ahora. RAITNAU

¿Y si nos estamos privando de cosas por nada? ¿Y si por reservarla tanto, la oportunidad pasa? ¿Y si el momento es YA?

No le damos valor al ahora. A veces, somos poco egoístas, poco caprichosos, poco niños, poco libres… No podemos jugárnosla esperando por la máquina del tiempo, así que vale más arrepentirse por la tarrina de helado que te comiste antes de llegar a casa con la compra que quedarte con las ganas y dejarla. Basta de esperar por gente para ir al cine, de privarte de cafés de media tarde porque a nadie le viene bien quedar, no atiendas opiniones ajenas que NO quieres escuchar, no pierdas el tiempo discutiendo con amigos, ni intentando arreglarlo desesperadamente después, porque todo llega y se acomoda por sí solo al final.

No esperes ocasiones especiales para estrenar lo último que te has comprado, póntelo para cenar en casa viendo los últimos capítulos de tu serie favorita (¡sin subtitular, qué más da!), lee hasta tarde aunque sepas que al día siguiente te arrepentirás, cómprate ahora eso para lo que has estado ahorrando sin plantearte que otro uso más adecuado deberías darle a ese dinero. Hazlo todo, aunque sea mal, sé feliz hasta cuando no lo seas, toma decisiones nefastas, ¡acabarás riéndote de ellas!

No pospongas nada, no te pospongas tú. Solo vivirás esto, y solo lo vivirás una vez. Deja de dudar y nunca, nunca, te sientas culpable. Cómete la última croqueta.