Estoy soltera, porque yo quiero. Estoy gorda… ¿Porque yo quiero? Aunque realmente me es imposible responder a esta pregunta con sinceridad, ya que la presión social en la que vivo (y vivimos) todas las que estamos con unos kilos de más nos hacen rebelarnos muchas veces contra nosotras mismas y no contra quien debemos en realidad. Voy a explicar en qué momento de mi vida me encuentro para afirmar lo siguiente: la vergüenza me hace comprar comida para dos.

Actualmente estoy yendo al endocrino. Aunque yo no tengo ningún problema viviendo con lorzas, mis rodillas no han decidido lo mismo que yo y, con el fin de no estar coja el resto de mi vida, debo adelgazar. Pero la presión (ansiedad) del último año de universidad, los trabajos en grupo, la dieta, la piscina y la necesidad de tener un poquito de vida social la canalizo en mi pequeño capricho: comprarme sushi. Un capricho que hago una vez a la semana o cada dos semanas, depende del mes (y depende del bolsillo).

Hace dos días fui a un local en el que puedes comprar las bandejas que tu decidas de las que están expuestas. De normal suelo comprar dos bandejitas de 8 makis cada una y una de gyozas (5) o ensalada de algas si estoy con ganas. Cuando fui a pagar y me preguntaron que cuántos palillos necesitaba, dije mecánicamente que para dos. Sólo que aquella vez me quedé francamente preocupada tras mi respuesta, dándome cuenta de las veces que había dado esa contestación. Es entonces cuando, mientras volvía a casa, empecé a pensar en quién tenía la culpa de esta situación.

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¿La culpa era de la atenta dependienta del local? Ella no me conoce, no sabe si tengo una pareja esperándome famélica en casa a que llegue con el manjar. Además, así procuran darte la cantidad indicada de soja y demás, para que a ningún comensal le falte de nada. ¿Quizás veía mucha cantidad para una persona y por eso me hacía esa pregunta?

¿O la culpa era completamente mía? Que por no admitir que hay días que soy capaz de comerme eso y más, me excuso inventándome una pareja para que la presión social no me afecte tan directamente cuando ves que eres la única que va sola con tres bandejas al mostrador a pagar.

Realmente me afectó cómo, para ciertas cosas, dejo de ser tan body positive. ¿Por qué me escudaba en una mentira cuando hacía algo que tendría que considerar un premio que me autorregalaba por haber superado una semana horrible? Son momentos así los que me hacen caer en la cuenta de cómo nos afectan los prejuicios autoimpuestos. ¿En esa tienda había alguien juzgándome por coger mis tres bandejitas? Probablemente pero no puedo saberlo porque, a día de hoy, no he podido leer la mente de nadie. ¿En esa tienda la gente me estaría ignorando porque estamos todos tan ocupados que ni nos molestamos en fijarnos en nadie? Probablemente pero la experiencia, propia o no, me provoca pensar en lo contrario.

Pero no hay nada mejor que admitir los errores que cometes y, lo siento, pero voy a dejar de decir que la comida es para dos personas. Es para mi, porque me lo merezco y no me avergüenzo de ello, nunca más. Ni la gente debe presuponer ni yo debo hacerlo. Muchas veces me compro tres bandejitas porque me las voy a comer enteras y otras para dejarme para la cena. Pero son mis motivos y los de nadie más.

Así que a todas las personas que en algún momento hayan hecho esto, vamos a intentar dejar de ser tan duras con nosotras mismas. La sociedad ya lo es constantemente como para estar comiéndonos el sushi con remordimientos.

Andrea F. aka Lipsblue

 

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