En esta vida, lo más difícil de entender es que estamos de prestado. Pertenezco a una generación a la que le han inculcado aquello de «estudia y conseguirás un buen trabajo», una generación hiperpreparada que ve con canguelo cómo sus padres vivieron mejor que sus abuelos pero su destino no parece ser el mismo. Una generación con empleos de mierda, tasas de paro elevadas  y sueños rotos. Los millenials nos esperábamos tocar el cielo con las manos y no llegamos ni al techo.

Nos enfadamos y, aún con razones para ello, no podemos echar la culpa a la vida. Porque no somos el ombligo del mundo. Venimos al mismo sin pedirlo, pero hemos de prepararnos para afrontarlo. La vida no te debe nada. No te mereces ni un mejor trabajo, ni una pareja de ensueño por existir. Es una verdad puñetera pero es la que es. Está claro que tenemos apego a ciertas cosas: a ese trabajo por el que nos hemos desvivido, a esa pareja por la que tanto luchamos… pero si se van tenemos que aprender a decirles adiós. Será duro, puede que sea injusto, pero la vida sigue y, para mejor o para peor, debemos enfrentarnos a ella.

¿Qué puedes hacer ante un despido? Entender que la rutina cambiará, que tendrás que empezar a buscar de nuevo y luchar por conseguir un nuevo trabajo; no lamentarte eternamente por la pérdida. ¿Qué pasa si tras años de relación toca ponerle punto y final a la misma? Que puede que sea duro, pero tendrás que aprender a estar sola de nuevo. La vida son momentos y aunque pueda sonar a libro de autoayuda, necesitamos los malos para apreciar los buenos.

Recuérdate a ti misma con 15 años. ¿Te acuerdas lo que para ti eran problemas abismales? Quizás si ahora escuchas a dos quinceañeras hablar de ellos en el metro dirás «ay, si supierais lo que son problemas de verdad…» pero… ¡si a ti te hubieran dicho eso a su edad hubieras montado en cólera! Y es que las cosas con perspectiva se ven diferentes, pero se necesita tiempo y espacio.

Está claro que fastidia haber luchado por algo y perderlo, pero no sirve de nada vivir en el pasado, aferrarnos a ello y no ser capaces de avanzar. ¿Jode que en el transcurso de los años que has vivido llegue un revés? Pues claro. ¿Cabrea que nos digan que de pronto estamos enfermos cuando hemos llevado un estilo de vida envidiable? ¡Anda que no! Pero la vida no se afana en putearnos. Es una sucesión de hechos que ocurren. Y solo nosotros podemos aprender a disfrutarlos, a plantarles cara y a seguir hacia adelante. Que el apego a lo material o inmaterial no nos impida hacerlo con la mejor de las voluntades.