«Pues como tu vida dependa de que esta corra…», escuché entre risas y por lo bajini. Este ha sido uno de los primeros comentarios que he escuchado trabajando como enfermera. Y me dolió. Vaya si me dolió.
Durante las prácticas, tus profesores te explican que este gremio es muy duro, que aguantarás muchas cosas y tendrás que morderte la lengua el 95% de las veces pero nunca, jamás, NEVER, llegas a imaginarte ni un poquito el tipo de desprecios que llegas a aguantar. Por desgracia, hay gente MUY maleducada y desagradecida que se cree que eres su esclava, con la excusa de «no olvides que te pago tu sueldo»…claro, tú y los otros 15 pacientes de los que me tengo que hacer cargo, con recursos mínimos y tiempo escaso gracias a los recortes.
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Admito que por desgracia, este no es el único ni último comentario que he recibido respecto a mi físico y que, en alguna ocasión, me han hecho dudar de mis capacidades y han conseguido que me plantee si realmente sirvo para esto.
En un principio me callaba, los miraba con cara de y sonreía con cara de «ahí te den pero bien», pero ya no. No pienso tolerar que nadie, ni en mi trabajo ni fuera de él, me falte el respeto y, muchísimo menos, valore mi trabajo por mis kgs de más. Con muchísimo esfuerzo he sacado mi carrera…igual que mi compañera que pesa 50 kg.
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Al igual que mi compañera delgada, doy lo máximo en mi trabajo, con lo que puedo (y me dejan), y si tardo 5, 10 o 15 minutos en atenderte no es porque no pueda mover este cuerpo, sino que hay prioridades. Y si tengo que correr por una urgencia, lo puedo hacer igual de bien que cualquier otro.
Llevo toda la vida callada, aguantando risas, mofas y todo tipo de comentarios sin contestar por miedo a que me dijeran «mira la gorda, a ver qué se cree»…pero es que esta gorda ya se cansó de estar callada.
Nadie sabrá nunca lo bien que me sentí el día que contesté a un paciente que yo no estaba allí para aguantar faltas de respeto ni impertinencias por parte de nadie, que si quería respeto que lo diera, porque es bidireccional, no gratuito, y que no teníamos ningún tipo de confianza para decirme nada que no tuviera que ver con mi trabajo…¡como una reina oye!
Lo cuento yo como enfermera, pero sé que este tipo de situaciones las sufrimos todas, tenemos el ejemplo de como Mercedes Milá ninguneó a un EXPERTO simplemente por ser gordo. Con este tipo de actitudes se demuestra que todavía tenemos mucho que hacer para que se nos valore a todos por lo que somos, y en nuestro ámbito de trabajo por nuestra profesionalidad, no por los kilos que pesemos (y quien dice el peso, dice el color, género, etc).

Dary Idaira