Mucho se habla de los nuevos ricos, pero no tanto de los nuevos gordos. Eso soy, una nueva gorda. No eres capaz de entender a un colectivo hasta que no pasas por lo mismo que ellos.

Yo nunca he sido una chica delgada, ni tampoco gorda. Era algo intermedio. Eso no quiere decir que no intentara siempre ser más delgada. He hecho mil dietas y deporte para llegar a una 36 (cosa completamente imposible).

Un día me cambió la vida. Estaba en el trabajo cuándo recibí la llamada de mi hermano para comunicarme que mi madre había fallecido. No estaba enferma ni lo esperábamos con lo que fue un auténtico shock. Los meses siguientes al fatídico día están muy borrosos en mi mente. Estaba en un estado al cual llamo «coma emocional». Tu mente no es capaz de procesar tanto dolor así que bloquea cualquier emoción, el clásico «ni sientes ni padeces». Los días pasaban y yo dormía, comía y trabajaba. No fui capaz de afrontar el duelo y no quise ver lo que me estaba pasando. Al año tuve que dejar de trabajar por orden del médico ya que sufría ataques de ansiedad a diario y pasé unos 6 meses de la cama al sofá y viceversa sin fuerzas ni para salir a la calle.

Recuerdo perfectamente el día en que desperté del coma. Cansada de escuchar las súplicas de mis amigos para salir a tomar algo decidí hacerles caso, me duché, me dirigí al armario y… !HORROR!  No me entraba nada. Me miré al espejo y quedé perpleja al ver que estaba mucho más gorda. Al subirme a la báscula no me podía creer lo que estaba viendo. ¡Pesaba 40 kilos más! Decidí ir al médico, hacerme unos análisis y mirar qué podía estar pasando. La respuesta de mi médico fue el primer ataque gordofóbico que tuve que soportar. «Estás gorda porque tienes ansiedad y debes comer como una cerda y si encima no te mueves, pues ahí lo tienes».

Ante la negativa de mandarme a un endocrino o cualquier otro especialista (a pesar de ser obesa mórbida según sus baremos) decidió ponerme la típica dieta de cajón de la seguridad social que muchos conocemos. La dichosa dieta no me sirvió para nada en absoluto. Volví a la consulta en varias ocasiones y el médico no dejaba de responder que era por la ansiedad, que comía mucho, que la medicación (que él mismo me había recetado) o que había dejado de fumar negándose a ofrecerme otra solución o hacerme pruebas. Cansada cambié de médico y le conté todo lo que me había pasado a la nueva doctora. Pesaba todo lo que me comía por miedo a la ansiedad, dejé toda medicación y nada, seguía igual. Al final conseguí que me hiciera más pruebas y descubrió un problema hormonal que hacía que engordara y me salieran granos a doquier. A veces, tras un hecho traumático nuestro cuerpo reacciona de forma distinta en cada persona. En mi caso hizo que las hormonas se volvieran locas y me hicieran engordar constantemente.

Ahora soy una gorda en toda regla, tuve un problema de acné y muchísimas estrías, claro. Al engordar tanto en tan poco tiempo parecía una enorme cebra. No me reconocía. La persona que veía en el espejo no era yo. Ahí es donde empezó mi periplo como nueva gorda.

Lo peor de todo no fue el tener que ir a comprar ropa de tallas especiales ni aguantar sobre mis pies 40 kilos más. Lo peor fue la gente.

La gente puede ser muy cruel aunque no sea su intención. Cuando veía a alguien por la calle, le daba igual qué tal me encontraba del duelo o mi salud emocional. Lo que veía era una especie de cara de asco y sorpresa: «¿Qué te ha pasado?, si que estás gorda, ¿No? Pero ponte a dieta o algo. Deberías hacer ejercicio. Es una pena cómo te has puesto con lo guapa que eres de cara (yo creía que era un mito pero no! soy del club de las guapas de cara), tienes que cuidarte por salud … blablabla.

Todos los tópicos que hay en el mundo de gordos los afronté de golpe. Todos me pasaban dietas, me animaban a apuntarme a gimnasios, pero nadie en absoluto me preguntó por qué había engordado tanto o qué tal llevaba mi vida echando de menos todos los días a mi madre. Me llegaron rumores de que hasta familiares iban diciendo por el pueblo que me había vuelto loca. Todos te miran como si te pasaras el día sentada en el sofá comiendo tartas.

Nada más lejos de la realidad, adopté una dieta vegana, no como refinados ni procesados, dulces, fritos o  similares. Me alimento prácticamente de fruta, verduras, legumbres y alguna pasta integral. Es muy frustrante hacer todo lo que se supone que tienes que hacer y no conseguir ningún resultado.  La sociedad cree que si estás gorda es porque quieres y porque eres una zampabollos. No dan lugar a ninguna duda u otra posibilidad. El mundo no está hecho para los gordos. Ahora me tengo de preocupar por cosas como: Si consigo un nuevo trabajo, ¿Tendrán uniforme de mi talla?, ¿Tendré que pedir una extensión de cinturón si viajo? ¿Podré  sentarme en esa silla de la terracita del bar sin destrozarla y montar un espectáculo? ¿Puedo montarme en las atracciones en los parques? Lo peor de estas situaciones, no es el tener que afrontarlas, sino las caras de desaprobación de la sociedad.

Cuando veo que critican a Weloversize por apologías absurdas me enfado. Lo que defienden ellas es un mundo justo para todas las tallas. Que nadie tenga que sufrir bulling, mobbing o enfrentarse a las situaciones que os he descrito simplemente por pesar más que otro. Hace unos meses que decidí salir adelante, salir al mundo paseando lorzas y a quién no le guste que no mire. Esto es muy fácil de decir pero muy difícil de afrontar. Weloversize me ha ayudado a encontrar ropa decente, a reírme de mis complejos y a entender por lo que estaba pasando. Por favor, si veis que alguien ha engordado, no le amarguéis la existencia ni os preocupéis tanto por su salud física y sí un poco más por la salud emocional. Todos y cada unos de los seres humanos son preciosos en sus formas y apariencias.

SiSil