Todos conocemos, ya sean conocidos o cercanos, a alguien que ha conseguido quitarse esos kilos que le sobraban. Vemos a esas personas felices, con su nuevo cuerpo, nueva vida, todo genial. Pero me gustaría hablaros sobre la parte de este tema que las personas ajenas a él, no conocen… Sé muy bien de lo que voy a hablar ya que yo soy una de esas personas que lo consiguió, se supone. 

Soy una adolescente de 17 años. Una cría que no puede haber vivido apenas nada. Pues os equivocáis, aparte de temas familiares, los cuales no vienen a cuento, he pasado mucho con el tema del peso. 
Empecé a coger peso desde muy chiquinina, 8 o 9 años tenía. No fue por mí, si no porque mis padres no me tenían implantada una disciplina con la comida. Podía comer lo que quisiera cuando quisiera, y siendo una niña no me iba a preocupar del peso, ¿verdad? Toda esa ignorancia sobre mi peso acabó cuando MI FAMILIA empezó a compararme con mis primas y mi hermana. Una tenía el «cuerpo perfecto», la otra era extremadamente delgada, y mi hermana era más normalina. Pero luego estaba yo, «la gordita». Ellas eran guapas, yo era «muy buena persona y graciosa». 

Con 10 años los médicos empezaron a meterme en la cabeza que tenía que adelgazar, no por estética sino por salud. Perfecto (todos sabemos que siempre está la parte estética que nos implanta la sociedad, aunque no se diga) ¿El problema? Que con 10 años yo también quería comer chocolate o chuches como los niños de mi edad. Pero no podía, porque estaba gorda. Fue a partir de ahí cuando empecé a sentirme mal conmigo misma. 10 años, señores. Iba con ropa enorme en la cual cabían 2 como yo. Mi madre me hacía sentir mal indirectamente, digo indirectamente porque ella no era ni es consciente de ello, diciendo al resto de la gente la talla que utilizaba. Y claro los comentarios de la gente me destruían cada vez más y me hacían más consciente de que mi cuerpo no era como la sociedad quería. 

Pasaron los años, unos 6, llenos de dietas que me hacían perder 1 o 2 kilos, luego los cogía y los volvía a perder sucesivamente. A los 16, destruida, decidí que fuese como fuera, iba a adelgazar, empecé a comer como yo creía que debía. No quería ir a endocrinos ni mierdas, pasaba de dietas que encontrabas por Internet que solo te comías los mocos. Empecé a ir a caminar con una amiga, luego a ir al gimnasio durante el verano con otra. Cada mes notaba más los cambios, no por mí, si no porque la gente ya me lo empezaba a decir. Aún así yo estaba convencida de que estaba gorda. Me machacaba a mí misma día tras día. Terminando el verano empecé a ver a gente que hacía mucho que no veía. Ahí llegaron los comentarios de «¡Qué guapa qué estás!» «¡Qué guapa te has puesto!» «¿Cuánto has adelgazado?». Mis respuestas, «Gracias», e incluso harta les llegaba a contestar «Es que yo soy guapa». ¿Cuál era el motivo de esa contestación? Que estaba cansada de que le gente se diera cuenta de que era guapa una vez que «había adelgazado». Una persona es guapa siendo gorda, delgada, joven o vieja. No he sufrido ningún tipo de metamorfosis cual mariposa, como mucho pubertad, pero ya. Sigo siendo yo, la niña gorda. Aún sigo machacándome mentalmente pensando que no he adelgazado, que estoy gorda y que toda mi vida lo seré. Es irónico porque ahora que la sociedad me ve como una más, yo no lo hago. Yo solo me exijo más y más. Y hasta que no consiga lo que yo quiera, ignoraré los comentarios de la gente. Esto es lo que has hecho, sociedad. Lo único que me asusta es volver a coger lo más mínimo de peso, porque no quiero volver a pasar lo que pasó esa niña gorda. 

Pero más gracias a esas personas que siempre estuvieron valorando quien era y no lo que era. Y a todas aquellas que han aparecido valorándome como persona y no como un cuerpo. 
Por favor, no seáis como yo y no os dejéis machacar por la sociedad. Aunque realmente vuestro peor enemigo sois vosotr@s mism@s. ¡Mucho ánimo!

Autor: Sandra Romero