Me desnudo y decido mirarme sin miedo, sin prisa. Ahí estoy. Ahí estás. Mi cuerpo.

Querido yo, querido cuerpo. Tú me proteges del mundo. Eres la fina capa que me guarda dentro de ti. Por ti camino, por ti saboreo, por ti siento. He ido cambiando igual que tú lo has hecho y sigues haciendo.

Quiero pedirte perdón por todas las veces que he renegado de ti. Las veces que me afectaba que me dijeran que te sobraban kilos. Y después las que decían que te faltaban. Perdóname por no haber visto lo bonito que eres. Por no ver que eres perfecto con toda tu imperfección. Porque te quiero grande o pequeño, pero sano e imbatible. Te quiero con estrías, con celulitis, con ganas de bailar mal y sin cansarte de andar.

Perdóname tripa. Por mirarte una y otra vez y verte fea. Por quererte plana, por quererte vacía. Después he leído que eres así (redonda y feliz) porque eres femenina, porque eres sensual, porque guardas mi útero relajado y dispuesto a disfrutar. Perdóname por haberme confundido y no ver lo femenino y hermoso que hay en tu redondez.

Mis pechos, perdonadme por veros insignificantes y por compararos con otros grandes. Os quiero así, pequeños. Me puedo tumbar bocabajo, puedo saltar y, a veces, os llevo sin ataduras. No sois grandes, pero sois sanos y muy bonitos. Perdón por compararos con algo tan banal como es el tamaño.

Mis manos, por vosotras soy quien soy. Decidisteis dejar de crecer y os hicisteis manos de cuchara de postre. A vosotras os pido perdón por veros feas por ser pequeñas, redondas y tener las uñas mordidas. Os pido perdón y os doy las gracias. Gracias por dejarme teclear, por dejarme mancharos de tinta y acuarela. Porque mi hendidura del dedo corazón derecho (hecha a base de pincel, lápiz y boli Bic durante años) es el tatuaje más hermoso que nadie puede tener.

A ti, mi cara. Perdóname por, durante mucho tiempo, verte fea y no quererte conmigo. Perdóname por no aceptar cuando, recién levantada, te decían bonita. Perdón por enfadarme por las ojeras que viven en ti. Soy yo la que las hace a base de sueño y preocupaciones. Ya he aprendido a ver que la sombra violeta bajo los ojos es parte de mí. A ti, mi cara, trataré de hacer que tengas dolor de reír pero no de llorar. Y en ti está ella: mi boca. Quiero pedirle perdón por las ganas de besar con las que la he dejado algunas veces. Que una mesa con dos cafés de por medio no es distancia para no darle el gusto de sentir otros labios y otra lengua. Espero poder cuidarle a base de besos, helados y cerveza.

A ti, mi pelo. Perdóname por usarte de lienzo. Has sido verde, azul, rosa (y lo seguirás siendo). Perdona por asustarme cuando decidiste empezar a crear canas sin pedir permiso. Ya he aprendido que eres bonito así, que te tintas de tiempo y eso, cumplir tiempo, es maravilloso. Así que, gracias. Ahora te he amputado para sanarte y que las ideas se aireen pero sigues siendo el centro de todas mis miradas aunque seas tímido y cortito.

Y a ti, mi coño. Perdóname. Perdona por ser al primero que nombro cuando algo me indigna o me enfado. ¡Coño! Tendría que nombrarte cuando algo bueno llegase. Porque tú, coño mío, eres parte de mí y me das placer. Perdona por no haberte dado todo el gusto que te mereces. Trataré de hacerte feliz yo misma o, si son otros, que lo hagan con cariño, con fuerza y con protección.

Mi querido cuerpo, prometo quererte. Alimentarte bien, darte placer, darte paseos de solecico y viento. Te protegeré y cuidaré. Porque tú me guardas, tú me separas del mundo y me unes a él. Porque tú y yo, querido cuerpo, somos la misma cosa. Queriéndote, me quiero a mí.