Me gusta pasear desnuda por mi casa. No es algo que suela hacer, pero a veces, me reservo ese placer. Justo después de salir de la ducha, con la excusa de “Acabar de secarme” para echarme la crema, que tarda en absorber.

Me gusta mirarme en los espejos, y ver cada pequeño detalle, cada pequeño defecto. Cada uno de las cosas que me hacen ser yo, que han marcado mi camino hasta el presente.

Ver mis hombros torneados y la piel suave de mi abdomen. Ver los pechos grandes y un poco caídos, que la edad no perdona a nadie. Ver las estrías que me han dejado dos embarazos y dos preciosas criaturas que me alegran los días.

Observo mi vientre, y no me importa que necesite una 48. Es ahora. Es bonito saber que ya no necesito vomitar para verme hermosa, porque lo soy.

Porque no soy perfecta, claro que no. Mis muslos son gruesos, y siempre lo han sido, incluso cuando con mi 1.70 de estatura y pesaba 60 kg. Jamás conseguí que adelgazaran, y ahora me alegro por ello, porque esos muslos se han abierto a quien yo he querido, y han aguantado el peso de dos fetos, de dos niñas que, cada una en su tiempo, no querían tocar los pies en el suelo.

Los muslos de mamá, y sus brazos las han mantenido en las nubes durante todo el tiempo han podido, y son hermosos por ello.

¿Y ahora? Ahora también. Ahora sé que debo perder peso, pero no por tener una talla u otra, no por gustar más o menos. Ahora tengo que perder peso por orden médica, pero no me estreso por ello.

No volveré a desmayarme por no querer comer en tres días. Nunca más.

Me gusta mirarme en los espejos cuando salgo de la ducha, y ver lo hermosa que soy, y me gustaría que todas esas chicas pudiesen verlo también en los suyos. A mí me ha costado casi 15 años poder hacerlo, así que no pierdo la esperanza…

Daria 013

 

En la foto: Courtney Mina