¡Atención, familia! Dentro de nada tengo una boda y hay que buscar ya modelito. Mi primera reacción instintiva ha sido repasarme todas las webs que nos hacen alabanzas a nosotras, las gordas. Hice un primer encargo de un vestido que me volvió loca. Llegó, me lo probé, perfecto por delante, marcaba arrugas por detrás, mal para arreglar. Opción: devolución.

Que no cunda el pánico, que sólo era la primera toma de contacto. Respira hondo y pa’lante. Salí a la calle para barajar posibilidades en mi ciudad. Di una vuelta de reconocimiento, vi varios posibles y llamé a mi señora madre para que hiciera de justiciera. Mi madre es madre y quiere lo mejor para su hija y que esta sea la más mona de la fiesta, señores; pero tiene unos comentarios acerca del cuerpo de su sucesora que a esta no le hacen sentir siempre bien. Pero esta barrera la hemos ido puliendo poco a poco y hemos apartado ya esos “con lo guapa que eres de cara” (siempre pongo el mismo ejemplo, pero es lo que más se me ha dicho cuando a lo largo de mi vida han querido decirme algún “piropo” para ¿compensar? mi cuerpo…).

Sin embargo, donde hubo fuego siempre quedarán brasas y esto es aplicable para todo, porque a mi madre le leo el pensamiento cada vez que me ve en bragas, y se hace un silencio incrédulo cuando le digo que la báscula ha dicho que peso un kilo menos. Pero no te vayas por las ramas, morena, y al tema. Lo que me preocupa no es esto, porque ya os digo que estamos mejorando ese aspecto. Lo que me tiene en un sinvivir es lo difícil que es educar a la sociedad en esto de la aceptación de la gordura sin pudores. ¿Por qué? Os explico:

Yo tengo una talla 46 – 48, que no creo que sea tan difícil de encontrar. Os digo de verdad y si no que me caiga ahora mismo un rayo que yo he entrado a veces en camisetas de Amancio. Palabrita. Así que comenzamos mirando en tiendas “normales” (entiéndase “normales” como tallas de la XS a la XL, as much). Bien, pues las etiquetas de muchas prendas de tiendas diferentes solo tenían hasta la L. Algunas vi también hasta la M. Yo ya no me desespero, sé que no es una sorpresa y sé que por algo yo compro ya casi todo online; sé que no debo deprimirme porque una tienda juvenil no me quiera como modelo de su firma. Pero creo que sí puedo expresarme, así que le dije en voz alta que esas tiendas nos discriminan. Mi madre me dio la razón… a su manera:

Sí, es injusto; pero también es verdad que hay prendas que no puede llevar todo el mundo.giphy-4

Así, tal cual. Y aquí ya sí me tengo que desesperar porque se me hace harto complicado intentar hacer ver a cada persona delgada que no vive lo que nosotras, gordas, vivimos. No me tachéis de victimista porque ni de lejos quiero serlo; pero es que cansa mucho tener que dar el mismo discurso una y otra vez para que la sociedad empiece a abrir la mente. Y sabemos que esta es una lucha de fondo porque los cánones de la belleza moderna están muy arraigados en nuestras mentes y blablabla, pero me enfada que la gente siga diciendo lo que podemos y lo que no podemos llevar.

A mi modo de ver, en este contexto, cuando alguien dice lo mismo que mi madre respondió, no lo hace en sentido prohibitivo; sino que el “poder” adquiere un tono de “lo que está mal”. Porque tú, mujer, estás gorda; ergo, no eres digna de llevar tal o cual prenda. No porque no puedas, sino que, por deber moral, no debes. No debes herir la sensibilidad de los demás mostrando y marcando tu grasa. Y así lo pienso porque yo le quise hacer ver a mi madre, con paciencia y amor, que las marcas de ropa deberían hacer tallajes de todo tipo para que podamos decidir nosotras qué llevar según nuestro criterio. Respuesta:

Por supuesto, pero si estás gorda, eso (señalando una camiseta ajustada y con lados abiertos), no queda bien.giphy-5

Y os prometo que ella no lo decía en tono juzgador, sino que mi madre, como el gran componente de la sociedad, han aprendido e interiorizado que gorda = mal. Estás gorda = algo que no te disimula la gordura es mal. Esta es la ecuación que saqué de mi tarde de compras, aunque no dio frutos; ya que me fui a casa con las manos vacías.

Y dejadme terminar con otro episodio materno-filial de ese mismo día. Antes de irnos a casa, mi madre se empeñó en entrar a Zara. Le acompañé. Me dijo que mirara algo, le contesté que yo ya hace tiempo que a Amancio le hago boicot porque él no me quiere. Me respondió que, de nuevo, yo volvía a tener razón; pero acabó diciendo:

Claro, que, si ves algo que te sienta bien de esa tienda, la que pierde por no comprarlo eres tú, que sigues teniendo que buscar en otro lugar y, probablemente, más caro.giphy-6

Volví a insistir de que había que rebelarse un poco contra ese imperio hipócrita para que hubiera cambio. Asintió, y sé que reflexionó.

Así que quiero romper una lanza a favor de mis amados familiares y amigos. Os decía que comentarios como los de mi madre me desesperan, sí; pero también creo que esos pequeños debates que tenemos, hacen que mi entorno transforme su mirada con pequeños pasos. Que después del día, cuando analizan lo vivido, saben que hay que ir más allá. Así que amor y paciencia, amigos, porque las cosas de palacio van despacio.

Autor: RED