Alison Stevenson es una articulista de la versión yanqui de la revista Vice y es una tía bastante guay. En sus textos habla, entre otras cosas, de la cotidianidad de la vida y de ser mujer y gorda. Vamos, como nosotras pero en versión ¡u-ese-a! Pues hace unos días publicaban en Vice España un artículo suyo traducido al español: «Acéptalo: las gordas molan» en el que habla de la atracción sexual, de la diversidad y de la manipulación mediática en cuestiones de belleza. Alison cierra su artículo de una manera maravillosa:

La conclusión es: las gordas estamos hartas de que nos traten como a tías raras y los hombres a los que les gustamos están hartos de que los traten como pervertidos. La belleza tiene muchas formas y es hora de que se muestre tal como es, con lorzas y todo.

Hasta aquí bien, muy bien. Por todos es sabido que nos encantan las mujeres que hablan de su condición física sin tapujos, con cierto sentido del humor y con una ironía brutal. Estamos súper-a-favor de que se dé voz a mujeres hablando de sus propias experiencias en medios de comunicación más mainstream porque así es como se pueden empezar a cambiar las cosas.

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Lo chungo viene cuando te paras a leer los comentarios del populacho en el propio artículo y en las redes sociales. Sí, soy masoca y siempre lo hago, hay algo que me atrae irremediablemente hacia esas machistadas forococheras (¡holi, guapis!). Es increíble que existan hombres (y algunas mujeres) que se dediquen a trollear artículos como este y que tengan la imperiosa necesidad de expresar su opinión sobre el físico femenino. Parece que es un insulto para ellos que las gordas nos queramos, no vaya a ser que el resto de las mujeres del mundo tomen ejemplo, manden al carallo las convenciones sociales y decidan tomar el control de sus cuerpos. Y utilizan los argumentos de siempre para menospreciar, no solo a las gordas sino a las mujeres en general, porque la única mujer que el mundo puede aceptar es la que agrada a los hombres: que si no nos cuidamos, que si no nos esforzamos, que si los problemas de salud, que si comemos muchos donuts…blablablablaungaungablabla. Pero es todavía más increíble que se siga usando el término feminazi a tope cuando una mujer tiene la osadía de hablar abiertamente sobre sus problemas e inquietudes, porque lo que me sale contestarles, para hablar en su idioma y que me entiendan bien, es: CU-ÑA-OS. Pereza infinita.

De un artículo que critica la presión mediática y social a la que son sometidas las mujeres, esta gente tan lista se queda en exclusiva con que a la autora le sobran unos kilos y se queja de no follar. Y lo peor, quieren hacernos partícipes a todos de su incapacidad para leer entre líneas. En definitiva, no es que no les gusten las gordas (sí, estamos de acuerdo en que no a todo el mundo le tienen que gustar las gordas, igual que a mí no me gustan ni los calvos, ni los repeinados, ni los chicos muy delgados pero no tengo ninguna necesidad de plasmarlo constantemente en las redes sociales), es que no soportan que una mujer diga «basta ya». Lo único que demuestran es su miedo a la mujer empoderada, a la mujer que quiere vivir su vida como le salga del coño, tener el cuerpo que le salga del coño y no dar explicaciones al género masculino porque no le sale del coño.

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