Hace poco os hablaba de la decisión de ser feliz como un proceso, porque por su puesto, es imposible sentirse pletórico de alegría siempre (a no ser, quizás, que bebas sangre de unicornio fresca todas las mañanas).

Todos tenemos días, o rachas, de mierda.

Mi último día de mierda fue esta Nochevieja. Llegaron las doce de la noche y, aunque en lo único que podía pensar era en lo rematadamente miserable que me sentía, brindé, sonreí y ahí comenzó la farsa de las redes sociales, deseando a todo el mundo un feliz año como si me fuera la vida en ello. EMOTICONOS FESTIVOS PARA TODOS. Feliz año en Whatsapp. Feliz año en Facebook, Feliz año en Instagram. Venga ahí a lo loco, como si fuesen caramelos en la cabalgata de reyes. ¡ALEGRÍA! (mentiras y más mentiras).

Y entonces me di cuenta. Pum. como una hostia a mano abierta en la cara, de esas que te clavan la montura de las gafas en el entrecejo.

Nadie lo sabe.

No tienen ni idea.

Ninguna de estas personas se imagina hasta qué punto estás hecha un trapo sucio, remojado y pisoteado (porque no hay que abusar palabra «mierda», pierde contundencia)

Me he esforzado tanto por fingir que todo iba bien durante todos estos años y lo he hecho bien. Un aplauso for me, que ha colado.

Seguro que nadie diría que he pasado por temporadas en las que los ataques de ansiedad eran el pan de cada día, en los que dejaba de dormir y comer lo suficiente porque mi cuerpo parecía haberse rendido, seguro que no se les ocurría pensar que he llegado a pasar semanas sin salir de casa sencillamente porque no tenía ni fuerzas, ni ganas, o que durante meses he sobrevivido sin sentir el más mínimo interés o motivación por seguir adelante. Qué va. Si eres la que comparte memes en Facebook, la que hace bromas en Whatsapp, la que siempre está riendo. Y a veces es verdad.

De acuerdo, hay un par de personas, a las que quieres de verdad, que te han visto romperte, porque sencillamente no podías disimular más. Pero a ojos del mundo tu siempre has sido la tía más happy del mundo.

Cuánto tiempo y energía invertidos en crear una imagen que solo es cierta a veces. Ojala los hubiese utilizado en mimarme y quererme un poco más, ojalá hubiese pedido ayuda.

¿Pero qué iba a hacer? Nunca he querido ser “la chica triste”, no he quieres que sepan que no estas a la altura de la felicidad, ¿que no te la mereces? No lo entenderán, no es asunto suyo, es mejor que no lo sepan, que no sepan que no eres como los demás…

como los demás…

y ahí es cuando no puedo evitar preguntarme, bajo el aluvión de celebraciones de nochevieja y felicitaciones de año nuevo, detrás de cuantas fotos de rostros sonrientes, frases inspiradoras y memes graciosos se esconde una historia parecida.

¿Qué pasaría si la próxima vez, en lugar de fingir y esconderme, me limito a decir “Me siento fatal”? No lo saben, porque nunca lo he contado, pero, a lo mejor…a lo mejor lo entienden de sobra.