Cada vez que leo un comentario de alguna chica que está sufriendo,  que la insultan, que se ríen de ella, que se siente sola, señalada, que piensa que es una basura donde los demás puede depositar su mierda… me indigno. Lo hago porque yo estuve ahí, sé lo que siente… Me irrito hasta limites que iría a su casa, la cogería del brazo y le gritaría: «¡Basta ya. Escúchame, esto va a cambiar!». Así que creo que ha llegado la hora de que hable de lo que viví durante muchos años, demasiados. Por si alguien se siente identificado, y le puede ayudar en algo.

 Sólo puedo decir de aquella época que lo que no te mata, te hace más fuerte, y que me convirtieron en la persona que soy hoy. Gorda y totalmente feliz. Pero no siempre fue así…

 

Yo pasé  mi juventud encerrada en un cuarto, asustada, indefensa y acomplejada. Cuando el bullying no existía y no se condenaba.

  En el colegio  una zorra egocéntrica amenazó a todas las chicas para que no me hablaran.  Durante un año entero, era como si yo fuese un fantasma, era invisible, y cuando me veían era para escupirme o insultarme.  Y me fui empequeñeciendo. Hasta que casi ni yo me veía.

 Después un niño que según los profesores no estaba bien porque sus padres se habían separado, me acosó durante meses. Y cuando ya se cansó, decidió que lo mejor era pegarme una santa paliza con sus colegas. Y así lo hicieron. Me acorralaron, me llevaron a un descampado y me atizaron hasta que se cansaron y luego se me mearon encima. El resultado fue, yo tres días en el hospital y ellos tres días expulsados. A  mi no me cambiaron de colegio, y pasé como pude esa situación de verles día tras día, y la indefensión de que si volvían a decidir pegarme de nuevo, nadie haría nada. No voy a extenderme en los que sentía, creo que cualquiera puede imaginar lo que siente una niña de once años a la que le pasan todas estas cosas. El miedo,  las pocas armas que tiene para defenderse de algo así, y lo sola que se puede sentir…

 

 En el instituto no mejoró. Era una chica rellenita, llena de acné y muy tímida. El blanco perfecto. Así que seguí sufriendo insultos, empujones, amenazas, vejaciones y toda clase de mierdas. Tampoco entraré en detalles. Y con esa autoestima por los suelos, a los diecinueve años conocí a un imbécil, que me hizo caso, y me casé.  No me enamoré de él, ahora lo sé, pero si me enamoré del cuento, del que chico alto, delgado se enamora de la fea.   Era un tío acomplejado, y atemorizado por su padre, que sólo se sentía bien haciéndome sentir a mi más pequeña e insignificante. Se pasaba el día diciéndome «Esto no puedes hacerlo» «No tienes capacidad» «No eres guapa pero yo te quiero igual». En el fondo de mí, en mi interior, sabía que aunque mi físico no valiese nada, (eso creía yo, aunque no era verdad) yo tenía cosas que decir, y que aportar. Que mi interior si era de puta madre, pero la  juventud y el machaque al que había sido expuesta no me dejaban. Y así pasó un año, y otro, y otro… Hubo momentos, muchos, en los que creí que no podía más, y pensé en tirar la toalla, y desparecer, pero siempre hubo un halo de esperanza, que me hacía sentir que algo bueno llegaría.

 

 Mi abuela que era muy creyente me decía que Dios no te da nada que no puedas soportar. Pero yo empecé a asfixiarme y a pensar que Dios había dejado el botón del sufrimiento para mí en modo ON y no se había acordado de soltarlo.

 Así que un día con  29  años en que el aire me faltaba, en que la opresión no me dejaba respirar, decidí mandarlo todo al carajo. Dejar de una puñetera vez de ser la víctima. Decirle adiós a mi marido, a mi vida aburrida y sin sentido y quedarme sola para siempre. Ya que como era tan poca cosa nadie jamás volvería a quererme. Pero al menos no tendría que aguantar a un tonto del culo ni a su entorno igual de corto  que él. ( Era gorda y fea, pero chica, siempre he sido lista, y me cansé de que no se notara).

 Y entonces pensando en que el Dios de mi abuela no se acordaba mucho de mi, conocí al Diablo (tengo mucha imaginación).  Él vino a mí, a seducirme, a enseñarme que la vida molaba, empecé a divertirme con él, a reírme a carcajadas hasta no poder más, a darme cuenta de que mis curvas les molestaban a los demás pero a mi no, y a él aún menos. Y un día me dijo al oído: “Nadie, nunca más, podrá hacerte sentir mal sin tu consentimiento”.  Y lo repetí con él, una y otra vez (mientras echaba el polvo de mi vida,  vamos a quitarle un poco de dramatismo a esto). Y me  lo creí, y aunque no fue fácil me miré y por primera vez me vi, y dije: «Coño pero si eres la bomba».  Y desde aquel día, jamás, nadie me ha vuelto a hacer daño. Empecé a cambiar, a sentirme más segura, a levantar la cabeza mientras caminaba, a dejar de mirar siempre al suelo, a vestirme bien y sexy. A pisar fuerte y segura.

Hello

 Nunca más nadie se ha atrevido a pasarse de la raya conmigo. Lo juro. Y es, claramente porque yo ya no les dejo. Y si de vez en cuando me encuentro algún despistado que intenta ridiculizarme, o reírse, me da tanta pena, y me importa tan poco, que enseguida ve que soy mas hater que él, que no puede conmigo y se va a buscar a otra persona mas débil. Y entonces quizás te encuentra a ti, que aún sigues encerrada en tu cuarto, en tu casa, en ti misma. Y ve tu debilidad, y tu dolor, y se alimenta de el. Y tú, ¿Vas a seguir tolerándoselo?. Te prometo que lo que hoy te duele, y te hace sentir tan mal, un día dejará de importarte, y desaparecerá. Y te reirás y te dará igual. Entonces si ese día va a llegar, ¿Por qué no puede ser hoy? No desperdicies más tiempo. (Parezco Mr. Wonderful al que odio profundamente, pero hoy no me lo tengáis en cuenta).

 Así que hoy, me gustaría ser tu diablo, y sin tener que acostarme contigo, (sois muchas, hijas. Y de momento no me gustan las mujeres) gritarte con todas mis fuerzas: “NADIE, NUNCA MÁS, PODRÁ HACERTE SENTIR MAL SIN TU CONSENTIMIENTO”. Así que ponte tus tacones, o tus deportivas, tu vestido preferido o tus vaqueros, píntate los labios de rojo, o con la cara lavada, y sal a la calle, y cuando pongas tu primer pie fuera, que el diablo se estremezca y diga “ Esta cabrona ya salió”.

 

 

PD: La zorra que obligó a la clase a no hablarme tiene una vida triste, un marido feo y coñazo, y una niña horrorosa, y sigue trabajando en un súper y creyéndose que tiene 15 años.

La zorra dos, que la apoyó, se casó con un garrulo que le ha puesto los cuernos con todo el pueblo.

De los tres que me pegaron la paliza, uno esta en la cárcel, otro se pasa el día fumando porros en un parque, y el otro se fue del pueblo porque los que eran más malos que él, le perseguían.

Mi ex sigue teniendo una vida de mierda bajo las órdenes de su padre que esta más frustrado que él. Y luchó siete años de litigio para acabar sacándome unos pocos euros, de  los cuales hubiera pagado el triple por no verle más. Me salió baratísimo.

Dejad que me alegre, y que diga. “Quizás el Dios de mi abuela si hizo justicia, aunque tardo un poco”.

Y yo, tengo un trabajo que me encanta, mi propia empresa, amigas geniales, una pareja que a parte de estar bueno, es inteligente y me ama. Y soy feliz, gorda, lista y con un estilo que te mueres. Y algo borde, será porque el mundo me ha hecho así, pero me encanta.

¡Gracias Diablo por hacer que me mirara al espejo y de una vez por todas me viera!.