No debía tener ni 8 cuando el pediatra me preguntó si me gustaba más la fruta o el chocolate, para enseñarme a continuación los percentiles con cara de preocupación, rodeando con un círculo rojo dónde estaba yo y dónde debía estar. Poco después, instigó a mis padres a que me apuntaran a un deporte y me hicieran «comer la mitad». Un año entero volví a casa llorando después de cada entrenamiento de baloncesto, pero sí, acabé adelgazando. Y es que toda mi vida había sido «la gorda».

No es novedad lo complicado que resulta crecer bombardeada por los medios. Antes de saber qué era una dieta ya me parecía sospechoso que todas las actrices de mis series pre-adolescentes  de cabecera fueran exactamente iguales. Y me empezó a preocupar.

Me preocupó tanto que empecé a hacer dietas locas sin sentido, a ayunar, a hacer deporte sin control alguno… Año tras año, fluctuaba en una escala de 5 a 10 kilos de diferencia, sin encontrar nunca un equilibrio, ni ser jamás como yo quería ser.

Y es que es un hecho que no todas vamos a tener el cuerpo de los ángeles de Victoria’s Secret. Pero es difícil creer que realmente no todas podemos cuando ese es el único cuerpo que vemos en cada serie, película, anuncio… y hasta en la sopa. Verdaderamente, parece que solo existen esas mujeres, cuando basta pasear tres minutos por la calle para ver que la mayoría tenemos bastante poco que ver con esos cuerpos torneados, inmaculados y morenos los 365 días del año.

Fue entonces cuando conocí el movimiento del body-positive y me di cuenta de que yo estaba bien si estaba sana y todo lo demás eran tonterías. Y me lo creí durante un tiempo considerable. Pero, entonces, comencé a ver un nuevo prototipo.

Resulta que existen las gordibuenas y yo las veo fabulosas, divinas, sexuales y elegantes. Las observo levantando pesas en el gimnasio como verdaderas Afroditas, con toda la confianza que me falta a mí, con sus curvas, sus pechos y sus traseros voluptuosos, sus muslos grandes, perfectos, que abrazan… Y una vez más, me veo marginada.

Ahora ya no se me permite quejarme si alguien me llama gorda, porque joder, comparada con Tess Holiday yo aquí soy un palillo. Y ya no se permite utilizar el adjetivo de gorda que tanto daño me hizo de pequeña para hacerlo mío y empoderarme porque «no eres gorda, eres normal«. Explícame tú que significa ser normal, porque yo no lo entiendo.

Y me veo yo que ya no entro ni en la 44 del Inditex pero cuando ponen a una modelo que es una 44 de verdad como «plus size» ponemos a parir a la marca, a la modelo y a dios pongo por testigo que esa chica pasa hambre. «Plus-size mis cojones«, «Darle a esta chica una fabada«…

Si a los ojos de la madre sociedad no estoy buena pero tampoco puedo considerarme gordibuena… ¿A dónde voy? Estoy sola, otra vez, como con 8 años en la consulta de aquel pediatra déspota e insensible. Y yo me niego. Así que algo tendremos que hacer. Y ese algo será ampliar el body positive para incluir esos cuerpos que sin ser XXL siguen sin entrar en ningún canon y siguen siendo apartados.

Nuestro deber no es cambiar el prototipo de cuerpo perfecto, sino asegurarnos de que destruimos la existencia de un canon. Que todas las personas seamos válidas y bellas, plus, minus o X size. Todas. Y punto.

Clara Manrique