Desde que empecé a hacer amigos hasta hoy, no sé ni cuántos iban a ser mis más mejores amigos para siempre jamás. Y lo que he sufrido por cosas, que en su momento me parecieron el fin del mundo. La de jeribeques que he tenido que hacer para quedar bien con todos y la de mentiras que me han contado y yo he sonreído y afirmado para luego ponerme triste en mi casa.

Según se acerca la treintena, me he dado cuenta de que todas estas chorradas, no son más que postureo de amigos, postuamiguchis. Así que, con suerte, me he ido haciéndome más pasota o inmune estas cosas. Y todo esto, sin perder un ápice de amor hacia mis amigos.
Tal vez, se trate de algo parecido a lo que le pasa a las mujeres cuando son madres, que pierden la vergüenza a colarse en el súper y todo ese tipo de cosas que provocan un «mamáaa, por favooooorrrr, paraaaaa». Algo parecido es ese pasotismo, ese montón de situaciones que en los veintipocos nos los tomamos a la tremenda y en los veintimuchos, nos la trae al pairo. Y tan felices. Estas son algunas de las cosas que he aprendido con el tiempo y que me hacen vivir mucho más tranquila y hasta pasármelo mucho mejor que hace unos años.

 

  1. Perder el miedo a irse a casa cuando te salga de la punta del pie. ¿Cuántas veces te has quedado de juerga a pesar de que se te estuviesen cerrando los ojos? Por tu mente pasaban horribles pensamientos en los que las palabras «pringada» «sosa» «aguafiestas» brillaban con luz propia. O peor ¿y si me voy y justo pasa algo de lo que todos hablaran durante decenios y yo solo podré decir «es que me fui a casa»?
    El día que superas ese miedo y te das cuenta de que no son más que memeces y que lo único que estás ganando es una bonita resaca y perdiendo muchos billetes, ese día te vas a tu cama tan feliz. Y a partir de ahí, que te llamen lo que quieran, tu pijama y tu nórdico calentito te están esperando fieles en casa. Y eso es insuperable.
  2. Aprender a hacer bombas de humo con estilo y una perfecta discreción. Sí, despedirse a la francesa. Sí, sin decir nada a nadie. Ser un borde total y absoluto. Pero cuando el nivel de pelmez de algunas personas es demasiado, hay que saber hacer bombas de humo. Yo me voy sin decir nada, básicamente, porque no quiero que me des la pelmada con que «venga una más»,»joe, qué rollo de tía»,»vengaaa vengaaa quédate». Hace unos años, nos daba pavor quedar tan mal con la cuadrilla, pero ahora, ya hemos aprendido que solo te lo dicen por que es la convención social «no te vayaaaaasssss» y que mañana se les habrá olvidadoa. Y a la vez, si tú eres de esos pelmas, ya vas aprendiendo que si alguien se quiere ir, se irá. Y si quiere que le ruegues que se quede, que se apañe con sus problemas de ego.
    * Nota: Estas bombas de humo SIEMPRE estarán prohibidas si has quedado en volver o llevar a alguien a casa, en ese caso se avisa. EH?
  3. Asumir que la gente hace planes y, a veces, se olvidan de ti. Esto con 21 años es un dramón de los gordos, te planteas que nadie te quiere, que tus amigos solo te usan para salir. Pero casi con 30 tacos, te ha pasado a ti tantas veces, que cuando a un amigo le pasa contigo, pues hombre, gracia no te hace, pero se lleva con filosofía. Te ha tocado esta vez, pues ya está. (Ya me tomaré mi venganza).friends3
  4. Darse cuenta de que no le caes bien a todo el mundo, ni que a ti te tiene que caer bien todo el mundo. Vamos, que no todo el mundo cercano a ti o cercano a tus amigos, tiene que ser tu amigo. Muchas veces nos desvivimos por quedar bien con aquellos a los que no les acabamos de entrar por el buen ojo y quedamos fatal con los que sí que están ahí a por todas. Y al revés, somos unos bordes asquerosos con los que nos caen mal ¡aunque sean amigos de nuestros amigos y a ti no te hayan hecho nada!Oye, pasar de todo a veces se convierte en la mejor virtud. Si con el tiempo vas pasando de los que te caen mal y de los que quieres que sean tus amiguchis pero no y te centras en ser feliz con tus amigos, la vida es más fácil.
  5. Aprender a compaginar amigos y pareja y que no pase nada. Aunque parezca increíble, sigue habiendo gente que con los 30 cumplidos siguen quejándose de que sus amigos pasan mucho tiempo con su respectivos. De que ya no está tanto con ellos. De que hay planes a los que no se apunta. JODER. Qué gente más pesada. Vale que no mola un pelo que tu colega desaparezca del mapa, no es NADA bueno de hecho. Pero de ahí a ser incapaz de asumir que ahora tiene que repartise el tiempo con una persona más, que es tan o más importante como tu cuadrilla detoalavida, pues hay un trecho. Normalmente, esta gente suele comprender este complicado concepto cuando son ellos los que tienen pareja. Y si no lo hace, más le vale al respectivo que huya.
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  6. Reñir a tu amigo cuando crees que se está equivocando. No hace falta que sea rollo ‘intervención’, pero los: «pues, él verá» «pues ella sabrá, si le gusta», no pueden ser siempre respuestas válidas. Vale, que hay que dar espacio y dejar que la gente se equivoque para que aprendan solos. Pero el problema es que muchas veces no decimos nada por miedo a parecer unos pelmas o unos aguafiestas. O peor, por perdernos algún plan guay o fastidiar algo. Por eso, cuando comienzas a valorar más a tus amigos por lo que son, que por la diversión que te aportan, eres capaz de decirle «la estás cagando».
    Aquí hablo de amigos muy cercanos, ojo,  de esos a los que conoces muy bien. Que tampoco hay que ir dando lecciones por la vida.friends2
  7. Ser consciente de que hay amigos que ya no son tus súper amigos. Pero que les puedes seguir queriendo, tener cariño y que seguramente, hasta invites a tu boda. Muchas veces, lo que te une a una persona son los años de amistad, pero con el tiempo, ya no hay tema de conversación. Sí, los típicos del colegio, por ejemplo. Con ellos acabas hablando casi siempre de esa excursión, de ese primer pedo, del viaje de estudios…. Pero poco más. Mola tener conversaciones nostálgicas, pero ya poco te aportan. No los vas a borrar de tu vida, pero no te vas a obligar a hacer planes con ellos cada fin de semana, lo intentarás cada cierto tiempo. Y desde que digáis de quedar hasta que quedéis pasarán dos o tres meses, como mínimo.
  8. Decir la verdad y ver que el mundo sigue girando. Al final, todo se resume en eso. Durante nuestros diecis y veintitantos nos vemos envueltos en un postureo de amiguitos que se acaba convirtiendo en un laberinto sin salida: el que queda con cuatro a la vez por no quedar mal; el que siempre pregunta qué plan, aunque no tenga la más mínima intención de quedar; la que oculta que queda con su novio y de repente «uy, fíjate me ha llamado, me voy»; el que sale hasta las 8 de la mañana y solo quiere morirse.
    BASTA! Hay que cuidar a los amigos, llamarlos, escucharlos, hacer el memo sin fin cerveza en mano con ellos a menudo. Pero el postuamiguchi no mola nada. Mola la sinceridad, las risas porque sí, los pedos inesperados, los viajes que te apetecen y decir «pues a mí, me parece una mierda» cuando te cuentan algo basuresco.
    Cuando te des cuenta de que tus amigos, los de verdad, los que merecen la pena, te van a querer igual, salgas o no salgas, moles o no moles… Vivirás más feliz.