Tenía cuatro años y nunca me quería ir a dormir. Ir a dormir significaba escuchar sus gritos, los golpes, los llantos y después el silencio absoluto. Eso era lo peor. Ella muchas veces le suplicaba, “delante de la niña no, por favor” y se encerraban en un pequeño cuarto,  era ya rutinario. Yo temblaba, dejaba de respirar y cerraba los ojos, quería que fuera una pesadilla.

giphy

Muchas veces tuve la sensación de que mi madre moriría en ese cuarto y que la única forma de salvarla era llorando. Llorar para que viniera conmigo y la dejara en paz. Era, en cierta manera  mi forma de protegerla.

Esto no siempre fue así, mis padres se conocían desde la adolescencia y se llevaban genial; pero amigas, quien les diga que controla miente. Mi padre empezó a consumir cocaína de vez en cuando hasta que perdió el control y todo cambió.

Un día estaba en mi cuarto jugando y escuché cómo mis padres hablaban así que salí para verlos, estaban en el baño y, cuando me asomé, vi a mi madre bañando a mi padre, completamente colocado. Era otra persona, como si fuera un bebé casi sin poder hablar. Me miró y me dijo, “¿y tú quién eres? ¿Quién es esa niña que me mira? No me mires, por favor”.

Durante muchos años viví situaciones similares y peores. Mi padre llegó a perseguirnos varias veces por la calle. Si nos mudábamos a casa de alguien, él nos encontraba o  le ponía cuchillos en el cuello a mi madre en mitad de la noche mientras le susurraba que si la mataba se quedaría con mi custodia. Del trauma causado y de las palizas, mi madre dejó de tener la regla con 33 años.

Mi madre jamás recibió apoyo de nadie, ni siquiera de su familia. “Lo siento por ti y por tu hija, pero en mi casa no os podéis quedar”. Gracias, abuela.

giphy (1)

Años más tarde, le pregunté a mi madre por qué no lo había denunciado nada más empezar los maltratos y me contó que, la primera vez que se atrevió a ir a comisaría a denunciar,  los policías le dijeron: “Lo sentimos, señora, pero sin sangre esta denuncia no sirve, lo que podemos hacer es ponerle una orden de arresto domiciliario durante unos días”.  Tenía uno de los ojos hinchado y negro y el labio partido debido a una de las palizas que le había dado mi padre. Básicamente le pedían que cavara su propia tumba medio muerta para poder denunciar que sufría maltrato.  Ella rompió el papel y lo siguió intentando por su cuenta.

Después de luchar durante 4 años, mi madre consiguió por fin separarse de él y comenzar una vida nueva.

Quiero decirles a todas esas mujeres que sufren algún tipo de maltrato que no hay que dejarse vencer por el miedo, hay que luchar por la vida y no darle el placer de quitártela a ese hijo de puta. No estáis solas.

Autor: Sujini