Piensa en cosas que te hacen sentir bien, como cuando llegas a casa y te quitas el sujetador, cuando te pones las zapatillas de casa o cuando por fin puedes contar un secreto que llevabas tiempo guardado. Y ahora piensa en la primera vez que te llamaste gorda a ti misma delante de tus amigos y conocidos. Con todas las letras G O R D A. ¿A que superó en liberación y gustazo a cualquier otro momento?

Si no lo has hecho todavía, ¡hazlo! Pero ¿por qué? ¿qué tiene ese momento para ser tan liberador? Tampoco suena a tanto, ¿no? si eres gorda, eres gorda, igual que la rubia es rubia. PUES ESO. Esto que parece tan sencillo ahora, durante años ha sido la palabra, el concepto a evitar. Porque creo que no os sorprenderá saber que, en general, la gente rechaza lo gordo.

Vivir rodeada de amigas que ante el más mínimo gramo de más en sus cuerpos, montan el drama, pues no ayuda. Porque claro, tu amiga se quejaba de que la 38 le estaba un poco justa y tú que desde hace años no te has comprado un pantalón, no sabías muy bien cómo reaccionar porque te daba palo hablar de lo gorda que estás. Te daba palo decir que ella no entraba en una 38, pero tú necesitabas ya una 48. ¿Cómo reaccionaría al oír semejante cifra? ¿Le daré asco, pena? ¿Dejará de hablarme? Y sobre todo, qué palo. QUÉ PALO. Aquí todo el mundo, hablando de su peso y quejándose y tú con QUÉ PALO.

Y ya está

Pero oye, que tus amigos, familiares, conocidos, también se preocupan por ti y muchas veces han notado tu cara de ‘nosequédecir’ en esas conversaciones y han cambiado rápido de conversación cuando te has quejado un poco, cuando has asomado la patita con eso de llamarte gorda. Estabas a punto de soltarlo y nada. Cambio brusco. Hablemos de otra cosa, no vaya a ser que tengamos que hablar de la realidad incómoda ¿para ti? ¿para ellos?

Y así tras varios amagos, cuando ya has conseguido coger más confianza en ti, te estás dando cuenta de que oye, tu talla no te define y tienes el mismo derecho que tus amigas a hablar de tus problemas con la ropa (problemas que por cierto, suelen tener soluciones más complicadas) te lanzas:

– Pues me he comprado un vestido ideal, pero qué rabia que me he tenido que coger una talla más porque era un poco justo.

– Bueno, al menos te has podido coger. Yo pedí una talla más, pero no lo hacen más grande. Es lo que tiene estar gorda.

( Cara rara, silencio)

– No , mujer, gorda no….

GORDA, SÍ.

ESTOY GORDA.

Buuffff. Y no ha pasado nada. El mundo sigue girando y yo estoy gorda y no me importa decirlo. Después de esta vendrán más, ‘estoy gorda’ en público, como si nada, integrado en conversaciones. A algunos les parecerá lo más normal del mundo, otros se quedarán callados, pondrán caritas y muchos te dirán lo de ‘noo, gorda, noo’. Pero lo importa, TÚ, tú te sentirás liberada, te sentirás por fin capaz de hablar de tus problemas y tus historias como una más. Porque eres una más.

Yo estoy gorda y tu eres MUY pesada, ¿vale?

Amigas, familia, compañeros de trabajo: no os asustéis si me llamo gorda a mí misma. Por fin soy capaz de decirlo en voz alta, lo mismo que soy morena, con pecas o con el pie grande, soy gorda. Y me da igual decirlo, solo es una palabra que me define. Y si no me importa llamarme así es porque es un adjetivo más. No lo considero más un insulto, porque no lo es. Y si vosotros comenzáis a escucharme, en vez de intentar negarmelo en plan ¿protector? lo veréis igual que yo y veréis lo bien que me sienta decirlo. Lo bien y lo libre que me siento hablando de mis cosas, igual que vosotros.