Aviso: vengo densita y llorona pero es la vida y confío en que alguna de vosotras necesite leer esto tanto como yo.

Viven en mi corazón personas a las que desde hace años nunca más podré abrazar, al menos estando despierta. Ya no duele a toda hora, solo a veces, pero el vacío que siento no desaparece. Si se os ha muerto alguien querido, seguro que me comprendéis.

 

El tiempo pasa, la gente te dice que todo se olvida pero no es cierto. Siempre recordarás pero te acostumbras a vivir con esa ausencia y seguir adelante. No es fácil, ni de lejos, pero se hace. Ni siquiera sabes muy bien cómo. Sin embargo, al contrario de lo que algunos creen, cuanto más tiempo pasa, más echas de menos poder ver a esa persona, compartir un ratito con ella, abrazarla y dejarte abrazar. ¡Y eso es una gran putada!

El día que esto pasa es como si te hubieran desconectado la batería y te quedaras en stand-by. Suele pasar en fechas señaladas de las que no eres expresamente consciente hasta que notas el bajón y entonces caes: «ah, hoy es su cumple» o «hace tres/seis/doce años que murió». Tienes poca energía, solo quieres hacerte un ovillo en la cama y llorar.

 

Date permiso para estar triste –manda a una mierda muy muy lejana a quien te diga «¡no lo pienses, ya ha pasado mucho tiempo, sal y diviértete»– pero busca una manera de hacer tu vida mientras recuerdas a esa persona. Hay quien prefiere guardar todas sus fotos, no recordar su presencia, hacer como si nada y evitar pensar; otros queremos hablar de esa persona como si aún estuviera viva, contar una y otra vez la misma anécdota de aquel día que nos reímos tanto…

 

Busca tu manera de afrontarlo y confía en que, en un par de días, ese bajón pasará. No te pierdas nada, no te encierres ni te entierres porque tú estás viva. Así de bestia, sí. El mejor homenaje que puedes hacerle a ese ser querido es aprender la lección más dura de la vida –que un día, no sabes cuándo ni cómo, se acaba– y que eso te sirva para vivir plenamente la tuya. Nada de sobrevivir, v-i-v-i-r.