Sabiendo la de haters que os (ahora nos) rondan, hacer un título así es como ponerme en el culo un cartel de luces de neón que digan “¡venid aquí! ¡Venid y odiad! ¡Llamadme ballena! ¡Decid que promuevo la obesidad y la no salud!”.

Pero en fin, a palabras necias oídos sordos y peinetas por doquier.

dWFBbCihEZ4wU

Este es un tema que traté hace mucho en mi (ahora muerto del asco) blog El Lirio y la Campana. Tuvo buena recepción, por eso pensé que podría trasladarlo aquí porque creo que puede llegar a más gente.

¿Y de qué hablaba en mi blog?

Bueno, empecé diciendo lo que pesaba. En ese entonces pesaba 85, pero un año después he vuelto a ganar peso y…

Ahora peso 95. CHAN CHAN CHAAAAAAN

tumblr_static_tumblr_static_99jaqx7xtlc8wkwkccg00so4k_640

Sí, tengo veintiún años. Sí, mido sólo 1’62. Sí, peso 95 kilos. No, no tengo colesterol, ni azúcar ni problemas cardíacos. Lo único que tengo es grasa en la barriga, los muslos, el culo y los brazos. ¡Sorpresa!

El meollo de todo esto, os estaréis preguntando, es por qué quiero hacer una oda, una mención honorífica a estos 30 o 40 kilos que me sobran (si contamos que antes de engordar pesaba entre 50 y 60). Pues bien. Estoy orgullosa de estar gorda (forococheros a mí), porque este sobrepeso es la muestra de la guerra que llevo años y años librando. De la guerra que parece que estoy ganando.

Voy a resumir porque mi historia es larguita. Empecé con problemas de insomnio con 14-15 años (aunque llevo desde bien pequeña durmiendo mal) y a los 16 me diagnosticaron depresión aguda y un montón de cosas más. Desde entonces, mi vida ha sido un no parar de ingresos psiquiátricos, autolesiones varias, pensamientos suicidas, abandono de los estudios, trastornos alimenticios, pánico social y meses sin salir de casa, vivir atiborrada a pastillas… Con su punto álgido entre los 17 y los 19 años. Ahora con 21 estoy saliendo de todo esto, pero vamos, los kilos que llevo ganando a causa de la excesiva medicación y el sedentarismo al que lleva mi situación han ido todos estos años en aumento.

No me estoy justificando, quitando responsabilidad ni dando excusas. No tendría sentido justificarme de que estoy gorda cuando lo que quiero hacer ver es lo orgullosa que estoy de ello.

Y me voy a explicar. Tanto psiquiátrico arriba psiquiátrico abajo con dieciocho años, llegué a ver y conocer gente que estaba realmente mal. Gente que se había quedado sin casa, sin familia, que lo había perdido todo y apenas llegaba a los treinta. Gente abandonada a las drogas y el alcohol de un modo irreversible, gente que había hecho cosas horribles a su familia por no saber controlarse. Gente que nunca podrá salir de ese pozo de desesperación.

Entonces me miro a mí. He pasado y estoy pasando por una depresión que casi me cuesta la vida. No soy alcohólica. No soy drogadicta (más o menos, pues en este momento dependo de las pastillas que me recetan, pero ya me entendéis). No fumo como una locomotora (y esto lo digo porque en uno de mis ingresos había una zona de fumadores y la gente se pasaba prácticamente el día y la noche fumando en la terraza de manera compulsiva sin hacer nada más). No sufro de trastornos alimenticios, aunque tuve anorexia con 13-14 años y fui bulímica consagrada hasta los 19. No me paso el día aguantando las ganas de rajarme los brazos y muslos. No tengo pensamientos suicidas. No estoy en la cárcel. No tengo una familia destrozada. He podido mantener amistades. Y estoy escribiendo esto desde el sofá de mi casa, no desde un psiquiátrico.

Entonces, ¿qué me llevo de todo esto?

Sí, lo habéis adivinado. 95 kilos de amorrrr.

let-me-love-youanimalbearpanda

Si pudiendo haberme quedado con cualquiera de las secuelas mencionadas anteriormente, me he quedado simplemente gorda, bienvenidos sean esos kilos. Porque son la señal de tantos años de lucha, son mis “marcas de guerra”, como me gusta llamarlos. Y poco a poco están pasando de ser simples marcas a guerra a estandartes de victoria. Así que los luzco orgullosa.

No nos vamos a engañar, me encantaría volver a pesar 55 kilos que pesaba de adolescente. Pero no tengo especial prisa en adelgazar, pues si algo he aprendido es que los cambios toman su tiempo. Y mientras siga mejorando poquito a poquito, con pasitos de hormiga, voy a querer cada kilo y cada gramo de mi cuerpo. Incluso si intento adelgazar y no logro quedarme como hace años. Estos son mis kilos, este es mi cuerpo, y todo él cuenta una hermosa historia de superación.

Y qué narices, que soy preciosa, joder.

Así que yo, Lily, te invito a quererte a ti (como te llames), tengas celulitis, estrías, pelos, granos o arrugas. Porque eres hermos@ y estoy segura que eso que tú crees que son defectos en realidad son cualidades únicas que cuentan tu historia. Porque si yo, con veintiún años y 95 kilos puedo quererme, seguro que tú también puedes.

-Lily Bell