Lo primero que quiero decir es que pido perdón públicamente por escribir «currículums» cuando sé perfectamente que se escribe «curricula» o «currículos» pero es que como luego todos decimos «currículums» pues lo importante es que nos entendamos, no que vayamos de guays y de listas.

Lo segundo, que durante una época de mi vida tuve verdadero pánico a echar curriculums y que ayer me dio por contarlo en Twitter e Instagram y creo que nunca había recibido tantos mensajes de «JODER, A MÍ TAMBIÉN ME PASA» en mi vida. Y mira que la gente me escribe para contarme mierdas, que me deben de ver cara de confesionario o algo, pues nunca habíamos hablado de este tema y en cuanto abrí la boca la gente se volcó.

Os voy a contar cómo me di cuenta de que me daba miedo a echar currículums y de dónde me venía todo aquello y cómo logré solucionarlo. Antes de nada, por supuesto, quiero deciros que yo no soy psicóloga ni vengo a dar lecciones ni soluciones. Solo cuento mi experiencia porque, al parecer, mucha gente se puede ver reflejada en ella y así reaccionar.

Lo que sirvió para mí no tiene por qué ir bien para otros. Sin embargo, os animo a pedir ayuda y a acudir a un profesional de la salud mental. Porque sí, amiguitas, el miedo a echar CVs está relacionado con la salud mental. Y no es tan raro como nos creemos.

¿Cómo te puede dar miedo algo tan cotidiano?

De hecho, desarrollar «miedos absurdos» (que os lo tengo que entrecomillar todo porque sois más tiquismiquis que un niño comiendo paella) es de lo más común. Tendemos a reaccionar creyendo que somos unos bichos raros y a veces hasta nos da vergüenza contar lo que sucede de verdad y nos inventamos mil historias para excusarnos, pero de verdad, le pasa a mogollón de gente.

Cuando tenemos un problema o no somos capaces de hacer frente a una situación, cuando tenemos ansiedad o cualquier otro tipo de movida relacionada con la psicología, solemos proyectar todo nuestro pánico por vivir en una acción de lo más «tonta». A mí me dio por el miedo a echar curriculums. A otros les da miedo ir al cine. A otros les da miedo hablar por teléfono. No es el qué. No es el «es que soy incapaz de enviar un p*to CV», es el por qué. Lo que hay detrás de todo esto. Y descubrir lo que hay detrás de ese miedo es muy complicado, no podremos hacerlo solos en la mayoría de los casos. Para eso están los psicólogos.

Bueno, venga, que entro en faena: que hace unos años yo estaba muy en la mierda. Lo he contado mil veces. No es que me guste regodearme de lo mal que estuve, es que contarlo siempre es positivo. Es positivo para mí, porque me desahogo, me libero; y es positivo para la gente que lo lee y puede sentirse identificada y entender lo que le está pasando.

Ayer me dio por contar que durante unos tres años sufrí un bloqueo con el tema de los curriculums. Se me juntaron como varias cosas: el miedo a dar un paso más en mi vida, porque cuando estás en la carrera pues «lo que tienes que hacer» es estudiar, pero cuando se acaban los estudios tienes que salir «ahí fuera», a la vida de verdad, y bueno, acojona. También el no tener ni idea. NADIE te enseña a hacer un curriculum, sin embargo todo el mundo te repite que hay que saber hacer bien los CV y tener una buena presentación y saber qué poner e incluso mentir. Te puedes descargar plantillas por Google, hay páginas donde te explican cómo hacerlo… pero la inseguridad es real. No tienes ni idea de qué decir, de qué poner, de qué resaltar o qué omitir. Y, por último, la sensación de competencia voraz.

En España no es que estén genial las cosas, pero vamos, que hay gente que encuentra trabajo. Que sabes que buscar trabajo es complicado, pero no imposible. Hay miles de personas buscando trabajo a la vez que tú y vas a tener que resaltar por encima de muchísima gente. Una movida. Mucha presión.

Y encima, todavía a veces nosotros mismos somos los que nos frenamos sin ser conscientes de ello. Cuando nos decimos cosas como: «si está la cosa fatal, no me va a salir nada». Bueno, como no vas a encontrar trabajo es no buscándolo, eso seguro. Y hay TANTA y TANTA gente que deja de intentarlo solo porque sabe que está la cosa muy complicada…

Pues si a esta situación tan fastidiada que es la de buscar trabajo le sumas el tener una autoestima destrozada… ¡cóctel explosivo! Se acabó lo que se daba. Cuando tu autoestima está por los suelos piensas que eres la mierda, no vales para nada… Y yo llegué a pensar que ni siquiera valía para trabajar. De ahí nació mi miedo a echar curriculums.

Enviar uno suponía, para mí, ponerme en evidencia, dejar constancia de la mierda tan grande que era yo como persona, compararme con un montón de gente imaginaria que estaban mejor preparados que yo… Así que me pasé tres años sin enviar ni uno, buscándome mil excusas para responder a la temida pregunta: «y qué, ¿no sale nada?».

Yo no me daba cuenta de por qué no echaba curriculums. Solo fui consciente cuando ya llevaba varios meses en terapia y un día el psicólogo me pregunto: «Y una chica tan lista como tú, ¿por qué no tiene trabajo?«. Escarbando, escarbando, fui capaz de ver que no tenía trabajo porque yo no quería. Porque yo me estaba boicoteando a mí misma. Porque yo no me estaba permitiendo tener trabajo.

¿Y ya estaría?

No. Lejos de alegrarme y de pensar «¡problema resuelto!», la bajona fue todavía mayor. Cuando te das cuenta de que no tienes trabajo no porque la cosa esté fatal sino porque tú no te has dejado tenerlo, el sentimiento de culpabilidad cae sobre ti como una losa, y yo me volví a hundir. Por mi culpa he perdido AÑOS ENTEROS de carrera profesional. Me muero.

¿Cómo cuento yo esto? ¿Quién me va a entender? ¿Quién me va a ayudar ahora? Me hacía miles de preguntas y terminé más acojonada de lo que estaba. Pero, sin yo saberlo, ya había cambiado lo más importante: mi actitud. Fueron un par de meses malos (muy malos) de una vergüenza y una culpabilidad terribles. Pero al estar en terapia fui canalizando todos esos sentimientos y me puse manos a la obra. Las cosas cambiaron al instante, la verdad. De un día para otro. ¡De repente tenía proyectos y ganas de hacer cosas!

Un día me sentí preparada

En cuanto hice dos trabajillos pequeños y un poco mierder me sentí preparada para «ir a por algo más grande». Después de un año trabajando mi autoestima y habiendo comprendido lo que me había pasado, por qué me había pasado y teniendo muy claro que podía solucionarlo, de repente un día yo lo sentí: estaba preparada para buscar trabajo. Sabía lo que tenía que hacer, y estaba dispuesta a afrontar este mal trago (que buscar trabajo no es bonito ni aunque estés superfuerte mentalmente y a tope de autoestima). Y no me costó NADA ponerme manos a la obra. ¡Hay que ver lo que se consigue con un poquito de amor propio! Increíble pero cierto.

Me demostré que no es que fuera un lío, un rollo, que no supiera ni por dónde empezar, que no sabía hacer mi curriculum… Era yo. Que estaba acojonada. Y liberarse del miedo es tan, tan, tan, tan bueno… Nunca he experimentado una sensación igual. Aún así, el proceso de encontrar trabajo sigue siendo difícil, largo, y duro. Pero en mes y medio ya estaba trabajando. De lo mío, de lo que me gusta, y en un trabajo muy divertido. ¡Y tan contentica!

La enseñanza que yo saco de todo esto es que muchas veces nos sentimos bloqueados ante algo y por miedo al ridículo, por vergüenza o por lo que sea, no reaccionamos. No se lo contamos a nadie, no pedimos ayuda. Seguimos con nuestra vida haciendo como que nada pasase, aunque sabemos que algo está pasando.

Todos tenemos un catarro una vez al año. Y sabemos lo que tenemos que hacer: vas al médico, te tomas unas pastillas y te pasas dos días en la cama. Todos, también, tenemos «catarros» emocionales una vez al año. Bloqueos, miedos, ansiedad, estrés… ¿por qué lo dejamos pasar? ¿Por qué no le damos la importancia que tienen? ¿Por qué seguimos adelante con nuestras vidas como si nada?