Normalmente cuando hablamos de violencia de género tendemos a hablar del perfil del maltratador, de cómo las víctimas pueden pedir ayuda y de los síntomas que muestran las personas que potencialmente pueden llegar a agredir o a ser agredidas, de cómo o qué cosas podemos hacer para que nuestra sociedad sane en esta área.

Solemos hablar también de las condenas injustas y de la impotencia que generan a nivel individual y a nivel social las situaciones de violencia en nuestro entorno. Incluso hablamos también de los casos cercanos de violencia que vimos o no vimos aparecer.

Rara vez hablamos o hacemos el seguimiento de aquellas víctimas que lograron salir y de cómo lo hicieron, de qué tuvieron que superar, de qué aspectos reestructuraron a nivel cognitivo y a nivel emocional.

A veces hablamos de que son mujeres luchadoras y fuertes y que han rehecho su vida pero…

  • ¿Cómo se rehace una vida después de que el amor, aquello a lo que te entregas con el corazón abierto en canal, que durante mucho tiempo te ha hecho sonreír, aquello que te mantiene la mente activa, que te hace planear un futuro en común, aquello que te remueve el alma (lo más básico y lo más importante) te haga daño?
  • ¿Cómo se vuelve a creer y a confiar, a levantarse y sonreír, a actuar como si nada ni nadie te diera miedo?
  • ¿Cómo se recupera la confianza en una misma?
  • ¿Cómo te dejas de culpabilizar por haber escogido mal a la persona que amas?
  • ¿Quién me explica que tipo de persona soy por haber querido a alguien que es capaz de hacerme daño? ¿Qué dice eso sobre mí?
  • ¿Cómo puedo entender que el amor haya dolido tanto?

Todas estas preguntas y un millón más son las que una mujer víctima de maltrato ha de responder para poder continuar con su vida de la mejor manera, ya que nunca volverá a ser la misma. Sin duda será una mujer diferente, habrá vivido situaciones crueles, duras, injustas y eso la hará más inteligente, más sabia, pero también más dura y más fría. Hay que asumir esas diferencias para volverá caminar, no pretendamos que vuelvan a ser como antes, no busquemos que se sientan como antes, busquemos y hagamos que se sientan mejor. Es un proceso largo, muy largo, constante y diario.

Asumir qué ha sucedido y poder hablarlo es sin duda el primer y principal paso, poder poner nombre a lo que te ha pasado, conocer tus emociones, mirarte al espejo y perdonarte, porque hay una paradoja increíblemente injusta en las mujeres maltratadas y es sentir que ellas mismas en alguna ocasión han sido las culpables de lo que les está pasando. Es paradójico sentirse culpable cuando eres la víctima, pero es así y hablar de ello con total libertad es totalmente necesario para mejorar.

No has de detenerte, no te pares, llora lo que tengas que llorar, cura tus heridas, pide ayuda y sigue adelante. No será fácil, no será rápido pero te prometo que llegará un día en el que sin darte cuenta el dolor dejará de ser tan intenso, la sonrisa te saldrá sin casi forzarla, lo que antes había sido una montaña ahora será un delicioso paseo y cuando de repente un día, sin saber por qué, un pensamiento, una situación similar, una imagen, un recuerdo de lo que sufriste vuelva a invadirte el alma, no te esfuerces en tirarlo de tu cabeza.

Préstale atención, cierra el círculo y dale solución; acuérdate de todo lo que has hecho por salir de ahí y siéntete orgullosa de lo conseguido. Igual te encuentras mal unas horas, incluso un día pero tendrás la certeza de que solo será eso: unos minutos…

Permítete también hablar de ello y decir «hoy no estoy en mi mejor momento», déjate querer por quien de verdad haya demostrado quererte, haz que tu vida valga tanto la pena que te de miedo perder ni un solo día. Permítete volver a pensar en el amor. Primero despacio… luego al trote y luego al galope.

No renuncies a querer por el miedo de tu pasado. Puede que alguien te quitara la ilusión pero tú sabes que puedes recuperarla. No te rindas en el proceso, porque te voy a contar un secreto: el proceso ya es tu nueva vida.

Ah, y déjame que te diga algunas cosas que aprendí como mujer:

  • Aprendí que hay una fuerza sobrehumana debajo de cada debilidad.
  • Aprendí que no es necesario aguantar tanto dolor.
  • Aprendí que pedir ayuda es necesario.
  • Aprendí que no tengo que demostrar nada a nadie, solo a mi misma.
  • Aprendí que soy única e irrepetible yo y cada mujer.
  • Aprendí que la vida es dura, a veces injusta, pero que vale la pena cada minuto.
  • Aprendí que no estoy sola.
  • Aprendí que yo valgo.
  • Aprendí que soy genial.
  • Aprendí que me quiero.
  • Aprendí que yo puedo.
  • Aprendí que no soy de nadie.
  • Aprendí que tengo amigos insuperables.
  • Aprendí que tengo que seguir aprendiendo.
  • Aprendí porque me permití superarme, cambiar, y ser de nuevo feliz.
  • Y sobre todo aprendí que soy indestructible.

Mamen Buigues