Odio los estereotipos, sean de la clase que sean. Pero los físicos me tocan especialmente la moral, especialmente los estereotipos en cuanto al físico de las parejas. Me refiero, concretamente, al hecho de que algunos busquen la homogeneidad como si no hubiera un mañana: los gordos con las gordas, los altos con los altos, las bajas con las bajas, los guapos con las guapas… Creo que ya me habéis entendido.

Los estereotipos se convierten en comentarios, en su mayoría ofensivos y dañinos. Y oímos cosas como “¿qué hace ese tío tan bueno con esa gorda?” o “¿cómo puede estar Fulanita con un tío tan feo?”.  Y, lo peor de todo esto, es que llegamos a interiorizarlos y a creérnoslos, dejándonos siempre a nosotros mismos en el peor lugar.

¿Cuántas veces habéis estado seguros/as de que los demás estaban pensando exactamente eso? O peor, ¿cuántas veces habéis pensado algo así de vosotras/os mismas/os? ¿Cuántas veces os habéis preguntado cómo podía estar vuestra pareja con alguien tan (inserte aquí su complejo)? Sé que no es fácil reconocerlo, pero también sé que muchos/as de vosotros/as habéis estado en esa situación.

¿Qué cómo lo sé? Porque la he vivido, pero desde el otro lado. Soy la orgullosa novia de un morenazo gordibueno que me vuelve loca. Pelazo, piernas de infarto y sentido del humor (que para mí es algo fundamental y de lo más sexy). Pero él nunca se ha visto así.

He oído muchas veces el comentario “la gente pensará que cómo se ha ligado un tipo como yo a una chica como tú”. Al principio le decía que no fuera tonto, que él se trataba fatal y que a mí me tenía idealizada. Con el tiempo, he aprendido que funciona muchísimo mejor decirle las cosas que me gustan de él. Porque no es lo mismo decirle que las cosas no son como él las ve a decirle que tiene un pelazo. O unas piernas perfectas, o  una sonrisa sexy.

He visto cómo se quedaba apartado cuando yo saludaba a alguien que él no conocía. Y he tenido que tirar de él para presentárselo a esa persona y decirle bien orgullosa que es mi novio. Y ver cómo intentaba pasar desapercibido (él, con su metro ochenta y ocho) por lo que pudieran pensar de él.

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Hemos hecho el amor con la ropa puesta “por si venían sus padres y había que vestirse rápido”. Y yo me lo creía, porque siempre ha sido excesivamente muy precavido. Pero no, demasiadas señales, demasiados comentarios negativos hacia su cuerpo. No quería que lo viera. Se avergonzaba.  Pensaba que a mí, que he visto mil veces su barriga, no me gustaría verla durante el sexo. Que mejor no quitarse el pantalón, con lo que a mí me gustan sus piernas. Así que aprendí a pasar de sus quejas y a desnudarlo yo. Y conseguí meterle en esa cabezota que me encanta verlo desnudo y que me pone mucho más eso que cualquier otra cosa. Y, sobre todo, que me pone muchísimo más que hacerlo con la sudadera tapando su cuerpazo.

Así que, todas/os las que os hayáis sentido así alguna vez, quitaos todos esos complejos. Si alguien está con vosotras/os, es porque le gustáis. Con vuestra barriga, vuestra altura, vuestras pecas. Lo que sea que os acompleja, probablemente no sólo no le importe, sino que sea algo que guste a vuestra pareja. Esos complejos sólo están en vuestras cabezas y en las de cuatro mentes cuadradas que no podemos dejar que gobiernen nuestra vida con sus opiniones tóxicas. Quereos, que vuestras parejas ya os quieren tal y como sois.

Sandra Llopis