Algo que me encanta del inglés (de mi reducido conocimiento sobre el mismo) es el verbo to be, porque, a pesar de resultarle complicado a la población angloparlante que intenta aprender español diferenciar entre cuándo deben usar ser y cuándo estar, hace que no tengas que definir el estado o situación de las cosas: ¿eres o estás? En inglés da igual. En cambio en nuestra lengua no es así, llega un momento en el que tu situación pasa de transitoria a perpetua sin miramientos, pasas de estar gorda a serlo, de estar soltera a serlo, etc., y todo sin un periodo de tiempo establecido, al menos que yo sepa, ¿cuánto tiempo tiene que pasar para que una situación se vuelva crónica? ¿Cuándo pasas del estar al ser? ¿Por qué no atendí en las clases de filosofía?

Parece que existe una necesidad imperiosa por determinar el estado de las cosas, porque así resulta más fácil delimitarlas y por ello controlarlas. Aceptamos constantemente la imposición de un sinfín de etiquetas: en cuanto a nuestro sexo biológico, el género que este nos impone, nuestro deseo sexual, nuestra situación sentimental, nuestra situación laboral y/o educativa… Y no hablemos de nuestro cuerpo, en esta faceta las variables se multiplican, cada centímetro del mismo es susceptible de ser analizado y catalogado, tras lo cual surge la correspondiente etiqueta: alta, baja, gorda, flaca, con mucho pecho, con poco, con mucho culo, con poco, etc. Aunque suelen ser más comunes etiquetas un tanto más “descriptivas”: jirafa, tapón, foca, anoréxica (¿en serio vamos a usar enfermedades para catalogar a la gente?), ubres, plana, culona, plana otra vez… ¡agotador! Y sobre todo, innecesario.LiTTNQx8gGlrO

Algunas personas podrán alegar que exagero, que es una mera manera de describir a las personas para que otras personas sepan de quién están hablando. Vale, podría aceptar esa premisa, siempre y cuando no sean calificativos despectivos y sobre todo, y he ahí el quid de la cuestión, exclusivos. Una persona es algo más que su aspecto físico, su situación socioeconómica y demás variables a cubrir en un formulario (pregunta a las personas que hacen los formularios, ¿es del todo necesario la información que preguntáis u os puede vuestro afán cotilla?), y en ocasiones, cuanto más catalogado tenemos a alguien, menos nos preocupamos por conocer más aspectos de esa persona.

¿Qué pasaría si dejamos, al menos de vez en cuando, las etiquetas de lado?

¿Podríamos acabar tomando café con alguien que no encaje en las categorías en las que nuestra persona se encuentra?

¿Podría acabar gustándonos, cayéndonos bien?smile_gif__by_ghgallery-d3hrnz8

¿Podría surgir algún tipo relación satisfactoria con esa persona?

¿Podría ser una agradable sorpresa?

Interesante.

Las etiquetas, al igual que los estereotipos que en muchas ocasiones las acompañan, son formas que tenemos de definir lo desconocido para que deje de darnos miedo, pero, atendiendo a la sabiduría popular, quién no arriesga no gana, y la verdad es que hay mucho que ganar y demasiado miedo que debemos perder.

Autor: Andrea NomeKahlo.