Querida amiga. Voy a ser directa. Te echo de menos. A ti. A las risas en la piscina, a las tardes haciendo el idiota tumbadas en el sofá. A que me hagas mi plato favorito a modo de soborno, a que me abraces cuando siento que la vida me pesa demasiado y necesito parar.

Te echo de menos a ti, pero también nos echo de menos a nosotras. A la versión que éramos juntas, a ese 1 + 1 que siempre fue diez.  Y es que contigo siempre me sentí más yo, más valiente. Teníamos nuestra guerra por bandera y el resto nos daba igual.

No sé quién la jodió primero. Si fuiste tú o si fui yo, sólo sé que hay batallas que no se merecen ganar. Y que quiero que vuelvas, quiero que nos des otra oportunidad.

Que me dejes hacerte feliz. Que apuestes porque podemos funcionar. Y sé que debería llamarte, enviarte esos mil intentos fallidos de disculpa que tantas veces he escrito y que al final sólo se quedan en borradores. Pero me da miedo. Me da miedo intentarlo y que no salga bien, me da miedo que ya no sea lo mismo, que seamos incapaces de volver a saber qué piensa la otra con sólo mirarnos.

Y aún así, vuelve. Volvamos a buscar la pose perfecta para instagram, volvamos a nuestras noches de margaritas y piscina, a probarnos vestidos de novia mientras fingimos que tú te casas y yo soy tu dama de honor. Volvamos a las noches sin dormir porque nos duele la barriga de tanto reírnos.

Así que si lees esto, que sepas que no siempre fui la mejor amiga, no siempre actué como debería, pero hay algo que siempre hice y fue quererte.