Querido cuerpo:

 

A veces todavía te odio. Y ni siquiera sé por qué, si nunca me has hecho nada. No vomitabas cuando te metía litros de cerveza con el estómago vacío, ni cuando tenías resaca, o fiebre, y te subía una hora en la bici estática. Una noche te quedaste inconsciente, te desmayaste, por llevar de fiesta y de pie más de siete horas con sólo un pincho o dos de cena. Y cuando Eneko me ofreció una bebida con azúcar al despertarme en un banco, no quise tomármela porque no era light. Al final lo hice para que me dejaran en paz. Pero al día siguiente me pesé buscando esas calorías, pensando cómo te estaban deformando.

He crecido creyendo que eras mi enemigo y he entendido con bastantes años y bastante ayuda, que la enemiga soy yo.

Me preguntaba por qué tenía que cargar contigo, gordo, feo, sin nada especial, habiendo chicas con esos cuerpos tan bonitos. Perdóname por insultarte, avergonzarme de ti, negarte los caprichos, enfadarme contigo por tener hambre, someterte a un examen continuo que nunca pasas y hacerte arañazos y moratones cuando me cuesta respirar. Sé que no eres tú quien me ahoga, que te ahogas conmigo. De rabia, de tristeza, de miedo. Sigo mirándote en todos los escaparates de las tiendas por las que paso y me decepcionas cuando de una a otra ni los brazos ni la tripa han perdido centímetros. Y lo siento. Siento no dedicar el mismo tiempo para fijarme en ese pelo tan negro que me encanta. Siento no saber valorarte. Pero estoy aprendiendo. Quiero hacer las paces contigo. Quiero que estemos bien, lo necesito. Por eso llevas dos meses y medio comiendo cada día lo que antes comías en una semana. Ya no hay alcohol. Y por fin he accedido a darte las pastillas que te hacían falta para la ansiedad que sufres desde hace tiempo. No quiero seguir haciéndote daño. Quiero parar. Quiero curarnos. Quizá no te lo creas, yo a veces tampoco. Pero estamos en buenas manos y lo estaremos un tiempo más. Hasta que tú y yo seamos una sola. Si me has aguantado hasta ahora, dame otra oportunidad y prometo quererte. No volveré a agredirte con el hambre, por pretender hacerte más perfecto, por hacerme más perfecta a mí. No sé si alguna vez llegarás a gustarme, ahora mismo no me gusto demasiado, en general. Pero estoy aprendiendo. 

 Pero no es responsabilidad tuya gustarme, no puedes adelgazar más o cambiar de culo. No puedo exigirte lo que no puedes darme. Tú nunca me vas a hacer feliz. Por lo que dicen mis terapeutas, eso depende de mí. Tú sólo quédate conmigo y perdóname si no he sabido hacerlo mejor. Sólo quería ser guapa, sentirme bien. Creí que tenía manías y cierto control y lo que tenía era una enfermedad. Se llama anorexia. Pero tranquilo, es mental. A ti no te pasa nada. Por eso, sólo ten paciencia y dejaré de odiarte poco a poco. Comer es mi gesto de buena voluntad, de fuerza de voluntad. Haremos las paces así. Te recuperarás y luego yo me recuperaré a mí misma. Hasta entonces perdóname por no saber verte como eres. 

Con cariño,

Tu chica

Amaia Barrena