Curvy esto. Curvy aquello… ¿No estáis cansad@s de leer esa palabra en contextos en los que os chirría? Como cuando os presentan una modelo de talla 32-36 que, además estar “photoshopeada” hasta las fosas nasales, te dicen que se sienten orgullosas de “tener curvas”. Much@s tendréis la ridícula campaña que presentó el señor Amancio –motivo de bastantes artículos entre las weloversilibers– en mente, con esas dos modelos quinceañeras que poco reflejan lo que realmente ataña al significado de curvy. Servidora está muy contenta con sus curvas. Le ha costado lo suyo, pero nunca es tarde para empezar a quererse.  Y por eso me da mucho coraje lo que os explico a continuación.

Considero que lo curvy, de tanto usarlo –como cantaba Rocío Jurado: “Se nos rompió el amor de tanto usarlo”–, se está perdiendo. ¿Cómo pueden las campañas de moda decir que, por ejemplo que una modelo, rollo Kate Moss, tiene curvas? Es que me parece inconcebible. Y lo regular de este tema no es eso, sino que usan el término a su antojo. Nos quieren hacer creer que ser curvy no es malo (Y TANTO QUE NO LO ES), pero en el reverso de esa imagen “liberadora-curvy” que “representa” al sector femenino, nos siguen mostrando una imagen totalmente opuesta: chica blanca, de pelo liso, joven, con unas medidas determinadas y un tamaño determinado, representando a la imagen de lo que una “chica joven” debe ser. Claro está que las mujeres que no se ven representadas o no encajan con la imagen que la muchacha representa, quedan directamente descalificadas del juego.

Yo lo entiendo así:

“Ama tu cuerpo, sé curvy, pero no olvides que lo bello es esto que te plantamos en las revistas, en la televisión y lo que distribuimos en nuestras tiendas.” Lo curvy tiene sus consecuencias en el mundo real, en nuestro mundo. Nos lo intentan vender como algo extraordinario (bueno, genial porque realmente todas las mujeres somos extraordinarias) Me refiero a cuando hacen un reportaje de alguna modelo, como por ejemplo Ashley Graham y nos plantan un jugoso titular con palabras como: “Lo curvy se lleva”; “Ashley orgullosa de su celulitis” Oh, perdón… ¿acaso debería horrorizarme de mi culo celulítico? ¿O es que antes ser curvy era malo y ahora ya no lo es? Ah, bueno, pero como Ashley lo es, no pasa nada… Solo porque ella se acepta, también me acepto. No, mujer, acéptate y quiérete a ti misma por lo que eres, no porque una revista diga que tal modelo ha dicho tal, porque la semana que viene, esa misma revista que te ha abierto los ojos, te va a presentar el mes que viene un súper reportaje de ejercicios específicos y dietas détox para el verano y quitarte esa celulitis asquerosa de tu culo, que te vas a quedar muerta.

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Las que hemos sufrido (y sufrimos) el acoso por no poder entrar dentro de ese canon, o sea TODAS –independientemente si somos delgadas o gordas–, es algo “normal” que “siempre ha pasado”. Y digo yo: ¿por qué? ¿Por ser diferente? Bajo mi punto de vista, ser todos iguales sí que es un problema; esa masa homogeneizada de chicas salidas del escaparate de MHyV es un peligro. No me refiero a un acoso de perseguirte por la calle con un palo y tirarte cosas cual Frankenstein, que también, se llama bullying; sino un acoso más psicológico; el chungo, el que no se ve; el que se esconde detrás de comentarios hirientes por parte de familiares, parejas, amigos (que no lo son tanto) y gente anónima (súper valiente) que se escuda detrás de sus redes sociales a jugar a ser Dios, y decirles lo gordas que son a otras personas, mientras que ellos en su casa, por lo que se ve, no tienen ningún espejo. O si lo tienen, estará reventado como el de Bestia.

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Existen las dos realidades: nunca se está demasiado delgada o si lo estás, nunca lo estás lo suficiente. Nunca nada es suficiente. Paradójicamente en la actualidad existe un culto-odio al cuerpo que sigue provocando grandes problemas físicos y mentales en la sociedad a pesar de la gran diversidad que nos rodea. Y a pesar de todo, hay que seguir haciendo apología de lo curvy, de lo natural, porque el valor que tiene esa palabra los hay que aún no lo han descubierto. A mí me sirvió para comenzar a quererme y aceptar que mi cuerpo es de esta constitución y por más kilos que pierda, la curva que se me marca a la altura del codo va a estar ahí siempre. No es resignación, es aceptación. Es orgullo. Es vencer la barrera social que nos arremete desde que comenzamos a crecer; es vencer a las inseguridades y a hipocresía social que nos rodea.

Autor: Eny